Cuando la derecha habla de limpiar las calles siempre me
echo a temblar, porque, por desgracia, a mis años sé de sobra a qué se refiere
la derecha cuando habla del asunto. Sí hablan de recoger la basura y barrer las
aceras, están hablando de los Soprano locales y, si lo hacen metafóricamente,
peor, porque de lo que están hablando es de echar de las calles a quienes
recurren a ellas como único medio de vida.
Hoy se conmemora el Día Mundial del Trabajo Digno y,
como queriendo hacerle burla a la fecha, el Ayuntamiento de Madrid, el
mismo que fuerza el cierre de conservatorios de barrio y escuelas de música
poniendo el precio de las matrículas, se dispone a examinar a todos aquellos
que pretenden ganarse la vida ofreciendo su música a los viandantes a cambio de
la voluntad, que sólo algunas veces se traduce en unas pocas monedas.
Qué curioso que ese mismo ayuntamiento que se
gastó nuestro dinero y el del denostado "Plan E" de Zapatero en la
presunta peatonalización de la plaza del Callao para, a continuación alquilarla
día sí y día no al mejor postor y llenarla de enormes carpas, camiones,
andamiajes, pantallas y decibelios, muchos decibelios, se empeñe en perseguir a
quienes, con un violín, una guitarra, o cualquier otro instrumento, únicamente
pretenden ganarse la vida de la única manera digna que les dejan.
Y es que la derecha de este país, a la que tan bien le ha
ido con esa iglesia de la culpa, con la que tantos siglos lleva
conviviendo y haciendo negocios, se ha especializado en eso en identificar
culpas y culpables, en lugar de asumir responsabilidades. Por eso, ahora que
Madrid recibe menos visitantes, porque las tasas del aeropuerto de Barajas
son inasumibles para los muy perjudicados bolsillos de quienes a
duras penas llegan a fin de mes sobreviviendo, si lo tienen, con un minijob de
mierda o porque a los más pudientes les molesta ver la suciedad y la
pobreza que, poco a poco, va cercando nuestras calles y plazas, ahora que los
palos del sombrajo del Madrid Olímpico hace rato que se han caído, nuestros
ilustres y bien pagados munícipes han decidido que la culpa es de los músicos
que, según ellos, desafinan en las aceras.
Quizá lo único que quieren es elaborar un censo de músicos
bien afinados y aseados a los que cobrar alguna tasa, con el que sus policías
reflectantes puedan barrer al resto, a ser posible confiscando sus flautas y
guitarras. Ana botella y su equipo han decidido que la culpa es de los músicos y
se disponen a poner remedio a tanta infamia. Luego, cuando la basura siga
agobiándonos en las aceras, irán a por los abuelos que afean la postal de
sus plazas y a por los niños que juegan riendo y gritando en sus parques.
Y, después, a por las parejas que se besan. Y llenaran los jardines de
vigilantes con traje de pana y escopeta para perseguirlas. Nos devolverán, en
fin, a esa España gris y muda que tanto perece gustarles.
Hoy, Madrid o, mejor dicho, quien dice representar a Madrid
y los madrileños, lamiéndose las heridas que deja en su electorado su
incompetencia, arremete contra los músicos, pero que nadie se duerma en los
laureles, porque, antes o después, se convertirá en objetivo de esta gente y se
le barrerá de las calles que, al final, acabaremos barriendo los vecinos bajo
la amenaza de una multa.
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