Podréis creerme o no, pero nunca en mi vida he visto, ni
tengo pensado hacerlo, el programa al que he pedido prestado el nombra para mi
entrada de hoy. Por eso no sé si ha sido del todo aceptada la elección. Pero
ahí está y sobre el papel me parece acertada, porque, por lo que sé, el
programa de marras consiste en dejar a una serie de personajes, escogidos
de entre los que tendemos a considerar ricos y famosos, a pesar de que
sabemos de sus continuos derroches y su malacostumbrada y nefasta mala
administración, en medio de un escenario inhóspito al que deben sobrevivir.
Algo así ha pasado con la banca española a la que todos
creíamos solvente y un poco "de la familia" y nos tocó verla con el
culo al aire y el agua al cuello por culpa de la mala cabeza y peor catadura de
sus directivos. Un espectáculo tan desagradable como morboso que nos ha
mantenido pendientes de él y con el alma en vilo, creyendo, como en el
de la tele, que nuestro futuro dependía del suyo. Y nada más lejos de la
realidad, porque, ayer lo supimos, la Comisión Europea, transcurrida la
aventura del rescate, ha dado por "salvados" a los bancos o, al
menos, ha aceptado que sea nuestro gobierno el que los dé por salvados,
mientras yo y como yo el resto de ciudadanos seguimos con los problemas de
siempre y sin notar nada.
Los bancos son, nos dijeron, la pieza fundamental del
sistema y de su buena salud depende que fluya el crédito que reactivará nuestra
economía, ingresada en la UCI y con gotero, desde que sufriera el síncope de la
caída de Lehman Brothers, de la que tanto debería saber el vicepresidente económico,
Luis de Guindos. Nos hicieron creer que el rescate bancario que se da por
cancelado y que, no lo olvidemos, se da por perdido, fundamentalmente porque la
parte del león se la llevó la nacionalizada Bankia, era necesario para salvar
nuestra economía y que, por ello, lo prioritario era salvar a la banca, no a
las familias, no a las pequeñas y medianas empresas, no al comercio, que, una
vez salvada la banca se salvarían del mismo modo que la primavera sigue al
invierno.
Pero no. No era cierto, porque la banca española ha
invertido el dinero barato que le venía de Europa en dar crédito al Estado, en
comprar deuda soberana, a veces con un interés muy elevado, ahora no tanto, con
lo que el dinero barato de Europa, a la larga ha acabado pagando sueldos de
funcionarios, subsidios y pensiones y quienes esperaban el crédito a
particulares como agua de mayo tendrán que seguir esperando un milagro.
La banca se ha salvado con un dinero que acabaremos pagando
nosotros y el Gobierno no ha tardado ni un segundo en colgarse la medalla
forjada con el sacrificio de estudiantes, pensionistas, enfermos y
desahuciados, del mismo modo que los "salvados deluxe" de la tele se
llevan crudo, sin dar un palo al agua, el dinero que los telespectadores
pagamos en recargos publicitarios en los productos que se anuncian en el
programa que con ellos se financia.
Quizá el ministro esté orgulloso de haber salvado a la
banca, al fin y al cabo, como él mismo, son personajes "de
luxe". Sin embargo, mientras no crezca el empleo, mientras ser español y
joven siga siendo una maldición, seguiré teniendo la impresión de que la España
para la que gobiernan es una España ficticia y "deluxe".
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