Empapado aún por la baba que destila el obispo portavoz de
la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, que, al
estilo de los César Vidal y Pío Moa, se las ha arreglado para darnos una
lección de "su" historia y ha perdido el tiempo, oro en la
radio, desoyendo, cuando no reinterpretando a su gusto y sin ningún
respeto, las sencillas y claras palabras del papa y arremetiendo
contra el matrimonio igualitario, sin dedicar un solo segundo, ni dar
oportunidad para ello, a hablar de la pobreza en que viven millones de personas
en este país que gobiernan sus amiguetes y que tan poco parece
interesarle.
Tenía que decirlo, porque, aunque mi intención al comenzar a
escribir esta entrada, este tipejo, cínico y mentiroso, me pone "de los
nervios". Pero vamos a ello, porque tiene bemoles (cojones) que fuese
precisamente ayer cuando se conocieron las nuevas intenciones de meter, no ya
las tijeras, sino toda una cizalla a lo que es de todos, pobres y ricos, para
compensar un déficit que sigue esperando a que los ricos pongan de su parte
para enjugarlo, pagando por su patrimonio o sus empresas o a que la
iglesia de Martínez Camino, que tiene otros ingresos, o los Ejércitos
sufran solidariamente y también los recortes que padecemos los demás.
Doce millones de pobres en España, tres de ellos con menos
de trescientos euros al mes, apenas diez al día, no conmueven a Martínez
Camino, ni mucho menos a Emilio Botín que ayer, entre carrera y carrera de
Fórmula 1, se paseó por Nueva York, para decir a los cuatro vientos que el dinero
llueve sobre España. Pues claro que llueve e dinero. Del mismo modo que llueve
sobre los puestos de libros de El Rastro o de la cuesta de Moyano, porque qué
mal ha de pasarlo alguien que se ha pasado toda una vida haciendo una
biblioteca, algo personal e intransferible, que tanto habla de uno, para verla
desguazada libro a libro sobre el suelo o, en el mejor de los casos en un
mostrador improvisado.
No es sólo una estampa que sirve de metáfora perfecta
para mostrar lo que está pasando en España.
El dinero de los fondos buitre, el de las mafias, el de
quienes quieren pasar un tranquilo retiro en nuestras costas, en viviendas
compradas a precio de saldo, el de empresas que meten su cuchara en la herida
de familias acogotadas, incapaces de hacer frente a sus deudas, para
hipotecarles y quitarles lo poco que les queda... ese es el dinero que llueve
sobre España. Y, mientras nos lo quitan todos, el colchón del Estado de
Bienestar que durante tantos años hemos pagado, también lo están saldando y
nos, cuando nos quedamos sin trabajo, sin vivienda, enfermos o incapaces
siquiera de emigrar, ya no nos queda nada más que la calle y la caridad.
Cuando nos está pasando todo esto nos enteramos de que el
Gobierno ha prometido a Bruselas, sin que le importe haber venido diciendo
hasta ayer mismo lo contrario, recortar 17.500 millones de euros más, de aquí a
2015. Algo que no proclaman a los cuatro vientos como lo de que España ya no
tiene problemas porque es un ejemplo para el mundo. No sé qué va a ser de estos
señores cuando pierdan el gobierno, que lo perderán. Tendrán que emigrar a
alguno de sus paraísos o se verán obligados a llevar escolta el resto de su
vida, porque es mucho el daño que han hecho y muchos quienes viven desesperados
por su culpa.
De siempre se ha dicho, en una perogrullesca lección de
Economía, que recortar en determinados gastos, los que afectaban a quienes los
hacían, gastos de protocolo, comidas viajes en primera, hoteles de cinco
estrellas, era ahorrar en el chocolate del loro. Pues bien estos señores que
han venido a desmantelar España en cuatro años se han quedado con el
loro, con nuestro chocolate y, de paso, con el pan.
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