Dice un amigo con palabras quizá heredadas de una madre
castiza donde las haya, que "hay gente a la que no le huelen los pedos, o
quizás algo más sólido, porque nacen sin culo" y estoy por darle la razón,
porque, si n, no se explica que a quien ha actuado a todas luces temerariamente
tengamos que indemnizarle de nuestro bolsillo el resto de la sociedad.
Estoy hablando, naturalmente, de la salvajada que ha
supuesto, y era previsible que así fuese, la plataforma para la inyección de
gas en el subsuelo marino frente a las costas del norte de Castellón. Un
proyecto digno de un aprendiz de brujo, contra el que ya disparó
todas las alarmas el ecologismo, tildado siempre de aguafiestas y enemigo del
progreso, cuando lo suyo sólo es magia banca, ciencia blanca, frente a la magia
negra y la ciencia sin escrúpulos del capitalismo más salvaje. Pero se nos
olvida o no queremos ver que quienes se opusieron al almacén de gas frente a
Vinaròs tenían tanto conocimiento científico y tanta información o más de la
que tienen los ingenieros y geólogos del proyecto impulsado por la ACS de
Florentino Pérez (70%) y una empresa canadiense. Entre otras, porque esas
empresas tienen, y los ecologistas no, fuerza suficiente como para que
este último dato, el de la titularidad de las empresas del proyecto, no
aparezca en los medios de comunicación porque, claro está, es muy mala
publicidad para el propietario de la española.
Cuando comenzó a instalarse la plataforma ya se conocía el
riesgo cierto de movimientos sísmicos, puesto que se habían registrado en
plantas similares. Aún así, el ministerio de Industria del último gobierno de
Zapatero dio el visto bueno, para la inversión de mil
doscientos millones de euros que aprovecharía un viejo pozo petrolífero
abandonado.
Es cierto que entonces no se exigían los exhaustivos
informes sobre el riesgo sismológico que ahora necesitarían, pero se aplicó la
celtibérica máxima de que "aunque todo puede pasar, era muy difícil que
llegase a ocurrir". Y, ante tan categórica regla la cosa siguió
adelante y los socios del proyecto comenzaron las obras e inyectaron los 1200
millones necesarios para convertir el pozo abandonado en un rentable
almacén de gas natural con el que especular comprando el gas hoy y
vendiéndolo mañana con el consiguiente beneficio mañana.
Pero la magia del aprendiz de brujo desató todas las fuerzas
del infierno y la tierra, como predijeron los agoreros ecologistas, comenzó a
temblar hasta alcanzar niveles de frecuencia e intensidad realmente
preocupantes. Tanto, como para que la gente se echase a la calle con lo puesto,
temiendo que la siguiente sacudida les echase la casa abajo. Ahora,
ante las evidencias de cuál es la causa y cuáles los efectos y con un
cierto retraso, se ha parado la inyección de gas y la fiscalía ha abierto una
investigación sobre el asunto a la búsqueda de responsables que
deberían hacerse cargo de los posibles daños.
Y en esas estamos, cuando llega el "Big One", otro
terremoto en esta ocasión en la opinión pública, cuando, ayer, el ministro
Soria dejó abierta la posibilidad de que el Estado indemnice a don Florentino y
sus socios en una cantidad que rondaría los mil millones de euros, cercana al
total del monto del proyecto, con lo cual, todo los españoles pagaríamos la
osadía del empresario que, por lo que parece, si su empresa es del tamaño
adecuado nunca sale perdiendo y sigue protegido por ese vergonzante silencio de
la mayoría de los medios. Y es que, en el fútbol, donde existen escandalosas
deudas a la Seguridad Social y a Hacienda, y en el resto de los sectores, si el
que comete el error o la falta, insisto, es lo suficientemente grande,
siempre pagamos los mismos, ni Florentino ni quienes autorizaron o no paralizaron el proyecto
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