Dicen por ahí que el ministro Wert y su secretaria de Estado
de Educación son algo más que compañeros de trabajo y, la verdad, poco o nada
debería importarnos que así fuese, salvo en el caso que el tiempo que pasan
juntos fuera del ministerio lo aprovechasen para imaginar nuevas maldades
contra el sistema de enseñanza pública que debieran defender y, por el
contrario, parecen dispuestos a reducirla a cenizas, como las tropas
de Escipión redujeron a cenizas la ciudad de Cartago.
Tal parece que ambos, ministro y secretario de Estado,
rompieron a finales de año con sus respectivas parejas, matrimonio en el caso
de ella, y que desde entonces comenzaron a pasar compartir su tiempo juntos y
dicen que no hay nada peor que llevarse trabajo a casa, porque las cosas no se
ven igual si se miran desde la mesa de un despacho que desde el sofá o la
tumbona de la piscina de un hotel. Y no es tampoco lo mismo tener una
ocurrencia durante la noche que y madurarla camino del despacho en el ministerio
que decidirla ya en pijama, delante del desayuno.
Lo cierto es que desde que sé de la relación no hago más que
ver síntomas -síntomas preocupantes, por cierto- de la buena sintonía entre el
ministro y su subordinada, no hago sino encontrar rasgos comunes en su manera
de actuar y, si de todos es conocida la arrogancia suicida de él, tampoco ella
quiere quedarse atrás en lo que a provocaciones se refiere.
Lo dejo claro ayer, al distribuir a los medios un vídeo en el que, al igual que
ya hiciera la consejera de Educación de la Comunidad de Madrid y pupila de
Esperanza Aguirre, se dedica, sin dejar margen a la discrepancia de los
datos o las opiniones, a vapulear el buen nombre de los maestros a los que,
ante la huelga general en la educación pública convocada para
mañana, no duda en acusar de moverse sólo por su propio interés,
buscando mejores retribuciones y menos trabajo. Y no sólo eso, tiene el descaro
de decir que los profesores, que, no lo olvidemos, han visto caer sus sueldos,
aumentar sus horarios y el número de alumnos a su cargo. Pero no queda ahí la
desfachatez del mensaje en cuestión, porque les acusa también de hacer
huelga porque, al contrario que los padres de sus alumnos, disfrutan de un
empleo fijo y por eso, le ha faltado añadir que
"alegremente", hacen huelga.
No dice la secretaria de Estado que cada día que los
profesores hacen huelga -es evidente que ni ella ni su ministro la han hecho
nunca- se le descuenta la parte proporcional del salario y las retenciones
a cuenta de la Seguridad Social y que es mucho dinero el que han dejado de
percibir y no precisamente de un sueldo de ministro, tras las huelgas
convocadas el pasado año por la marea verde. Claro que poco debe importarle eso
a una señora que tiene declarado un patrimonio de cerca de quince millones de
euros, que, por cierto, es el segundo más elevado de todo el Gobierno.
No va a tardar la señora Gormendio en tener que entrar de
tapadillo a los actos públicos a los que acude, tal y como ya le ocurre a su
amigo el ministro. Tampoco en quedarse con la mano tendida y torpe ante la
negativa de estrechársela de quienes se sienten perjudicados por su política,
aunque, a lo mejor, ella, por ser mujer, lo que se va a encontrar va a ser una
colección de "ofendidos" haciéndole la cobra.
Por último, aclarar que aunque he titulado esta entrada
aludiendo al clásico refrán castellano que reza "dios los cría y ellos se
junta", podría haberlo hecho con otro que habla de opiniones y colchones.
En cualquier caso lo que menos debería importarnos es dónde acuerdan su
política, sino el modo de defendernos de ella y parece que la huelga convocada
para mañana, que deseo tan exitosa como la anterior es una buena opción. No hay
más que ver cómo trata de defenderse de ella la señora Gomendio.
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