Llevo días dándole vueltas a la idea de que quienes mayoritariamente y al menos sobre representan a los ciudadanos españoles no pueden ser tan torpes como los vemos. A nadie se le escapa que, con la economía real, la de mis vecinos y tus vecinos, la del consumo diario, asfixiada cuando no paralizada por la falta de crédito y de trabajo, es imposible recaudar los impuestos que se necesitan para llenar las arcas de un Estado que cada vez acusa más la anemia de la falta de fondos y del que cada vez se demandan más ayudas.
De todas las cifras que cada día atormentan nuestras conciencias pintándonos un panorama cada vez más desolador, el que, para pintar el futuro de nuestros hijos no hay más color que el negro, las que más me preocupan son las que tienen que ver con las pensiones. Todos hemos hablado, y con razón, de esa miserable subida del 0,25%, pero parece que nos asalta el miedo o el pudor a la hora de hablar de otra cifra aún más preocupante y que no es otra que la de los "sablazos" que ha tenido que dar ya el gobierno al Fondo de Reserva de la Seguridad Social, más de 18.000 millones de euros en los dos años, que serán 30.000 cuando concluya el ejercicio de 2014, lo que supondrá que en tres años se habrán consumido una gran parte del mismo que ya no crece al mismo ritmo que lo hacía cuando había trabajo y los trabajadores cotizaban o cuando, invertido en deuda española y con la prima de riesgo por las nubes, crecía día a día.
Si no se crean puestos de trabajo, sino todo lo contrario, mil ochocientos trabajadores de las contratas de limpieza del Ayuntamiento de Madrid van a ser despedíos, esos mil ochocientos despedidos pasan de cotizar a percibir subsidios, con lo que las cucharadas que la ministra Báñez toma de ese Fondo de reserva serán más frecuentes y copiosas, lo que, de no cambiar las cosas, inevitablemente llevará a la quiebra del sistema un sistema que, con mucho esfuerzo, hemos venido levantando quienes a lo largo de todos estos años cotizábamos para él.
No puedo creer que sean tan torpes como para no darse cuenta de ello. No puedo creer que no vean que "sale a cuenta" invertir dinero público en la creación de empleo, cuyos beneficiarios pasarían de perceptores de subsidio a cotizantes, pagarían impuestos y consumirían cada uno a la medida de sus posibilidades. Y, como no lo puedo creer, tengo que pensar que no es torpeza, sino malicia o más que eso, perversión.
Una mente perversa, en el gobierno o por encima de él y, en este punto, no olvidemos que el ministro de Economía proviene de Goldman Sachs, uno de esos odiosos bancos de inversión supranacionales que arremeten contra países poniendo todas sus malas artes al servicio de sus codiciosos socios y del que han formado parte ministros como nuestro De Guindos o hasta tres secretarios del Tesoro, una mente perversa que, insisto, no contenta con haber conseguido una rebaja de salarios cercana al 30% en casi toda Europa, la precarización del empleo con la proliferación de los odiosos "minijobs" y la poda salvaje del Estado de Bienestar, quiere pulverizar ahora la seguridad social española y otros sistemas similares para ofrecer el complemento de sus fondos de pensiones que, además de aumentar sus beneficios, los de la mente perversa, pondrán a su disposición los ahorros de quienes se los puedan permitir para usarlos como ariete contra nuevos países.
No pueden ser tan torpes, no. Trabajan conscientemente o como tontos útiles -a algunos les resultará muy fácil- al servicio de quienes han urdido ese plan diabólico en el que somos a la vez objetivo y munición. O sea, carne de cañón.
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