viernes, 13 de septiembre de 2013

NOS SOBRA LASQUETTY

 
 
Si alguien como el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández Lasquetty, en lugar de trabajar en la Administración, jugándose el patrimonio y los cuartos de todos los ciudadanos, trabajase para la empresa privada, después de haber cometido tantos y tan caros errores en su gestión, estaría en la calle o sería consejero delegado y atendería por Juan Luis Cebrián.
Es increíble, salvo que exista un plan preestablecido de saqueo, que alguien sea capaz de cometer tantas torpezas, desoyendo todas las voces que, incluso antes de llegar él al cargo, advertían de la dudosa legalidad de la tramposa operación de desmantelamiento de la sanidad pública madrileña emprendida por los neocones de su partido. Y me permito hablar de "plan preestablecido", porque no hay que olvidar que de otra cosa no podía hablar su antecesor Juan José Güemes cuando, en una "feria del saqueo" hablaba a empresarios de todo el mundo de las "oportunidades de negocio" que ofrecía para ellos la sanidad madrileña, frase menos parodiable que la famosa "a relaxin´ cup of café con leche in la Plaza Mayor", aunque, visto lo visto, de mucho más graves consecuencias.
Comenzaron con el repago de los medicamentos que ellos llamaron copago, poniendo patas arriba la intendencia de las farmacias y no pocos hogares de jubilados, tomando decisiones improvisadas, sin dotar a las oficinas de farmacia de los medios precisos para ponerlas en práctica y condenando a pensionistas que viven en el límite o por debajo del umbral de la pobreza a adelantar, quitándose de su escasa mensualidad, lo que equivale a comer menos o peor, lo que excedía del tope máximo de gasto establecido para ellos.
El caos, innegable, devolvió a quienes vivieron la posguerra a la triste cartilla de racionamiento, condenando a  personas olvidadizas por definición, a acarrear un cartoncito más, cada vez que acudían a buscar un medicamento. Luego vino lo del euro por receta, también improvisado, cómo no, y la falta de capacidad o de ganas, para responder a la objeción ciudadana, que convirtió, a las oficinas de farmacia en una especie de sucursales a su pesar de la agencia tributaria, llenas de formularios papeles y sellos.
La última de las torpezas, enorme torpeza, ha sido la de adjudicar seis hospitales madrileños, una decisión tomada en contra de la opinión pública, expresada, entre otras formas, con más de un millón de firmas de ciudadanos, además de con manifestaciones y protestas de todos los estamentos, salvo los empresarios,  que tienen que ver con la salud de los madrileños. Y no sólo eso, tal ha sido la torpeza del consejero y sus colaboradores que el concurso de adjudicación de esos seis hospitales ha sufrido tal cúmulo de irregularidades que ha sido paralizado hasta tres veces por la justicia, la última por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que impide que siga adelante un proceso que, de continuar y a expensas de la decisión final resultaría irreversible.
Claro que, para la aguerrida tropa del PP, representada en los medios de comunicación por personajes como, por ejemplo, Francisco Granados, la cosa no sería grave porque -más o menos textual en la Ventana de Madrid, de la Cadena SER- si es ilegal, se cambian las leyes. Lo que deja bien a las claras la rectitud de pensamiento y el espíritu de servicio a la ciudadanía de esta gente.
Lo dicho, el señor Lasquetty me está sobrando y haría bien en desvanecerse silenciosamente, sin esperar a que los ciudadanos le desalojen de su puesto con sus votos. Todavía está a tiempo de usar la puerta giratoria que le devolvería a cualquiera de esas empresas para la que, desde la sombra, trabaja.
 
 
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