martes, 3 de septiembre de 2013

EL PARTIDO GARRAPATA

 
 
 
 
 
Como cada septiembre, con el comienzo del curso político, los partidos comienzan a fijar sus objetivos, que, en este sistema que fomenta y acepta que los partidos se comporten como empresas, no son otros que ganar elecciones, aunque para ello tengan que engatusar una vez más  los votantes, bajando una vez más del desván el falso decorado pintado de color de rosa, con el que atraerles.
El primero en presentarse bajo la pancarta de salida ha sido el PP, con el viento de los datos a favor y con proyectos y anuncios lo suficientemente maquillados como para despertar otra vez el egoísmo y la insolidaridad de quienes acostumbran a vivir, pase lo que pase, agarrados al mango de la sartén en la que saltamos los demás para no quemarnos en el fuego de la crisis.
Fue Rajoy quien piso fin a sus vacaciones anunciando, difuminada en el tiempo, pero anunciándola, una bajada de los impuestos, con la que celebrar la salida de la crisis que sólo el PP es capaz de ver. Mal negocio para toso esos ciudadanos que han perdido su trabajo, sus médicos, sus colegios o sus carreras universitarias, porque, si bien se le hizo creer que todos esos recortes se hacían para poner a salvo al país y hacerlo viable, está claro que el gobierno, este gobierno, en cuanto existe la más mínima posibilidad de aumentar la recaudación porque remonta la actividad económica, en lugar de destinar ese incremento de los ingresos a reflotar los servicios depauperados, prefiere regalar a su electorado una rebaja de impuestos que volverá a colocar al país en la ruleta rusa del "sálvese quien pueda" ultra liberal que parece inspirarles.
Pretenden bajar los impuestos y pretenden hacernos creer que ponen a salvo nuestras pensiones, garantizando por ley que subirán anualmente, como mínimo un, cuarto de punto, lo que en la mayoría de los casos supondría apenas dos o tres euros mensuales. Lo ha dicho la ministra Báñez, de verbo fácil, tendencia al escaqueo y una fe infinita en la virgen del Rocío, que anunció que, a partir de la entrada en vigor de su reforma, la congelación de las pensiones queda desterrada de nuestras vidas. Aunque lo que se haya hecho haya sido cambiar el método de conservación, cambiando esa congelación por el de disecación, que da a los sujetos disecados la apariencia de vida, cuando, en realidad todo es eso: apariencia.
En fin, si a eso le sumamos el buen dato del paro en agosto, probablemente tan circunstancial como el récord de visitantes recibidos por el país este verano, nos encontramos con que la entrada en escena del Gobierno tiene más que ver con la salida del túnel del falso San Dimas de "Los jueves, milagro" del genial Berlanga, que con una toma de posición seria y responsable del gobierno de un país con cerca de seis millones de parados, niños cuyos padres a duras penas tienen para hacer frente a los gastos en libros o comedor, universitarios que han tenido que dejar a medias su carrera o ancianos que han de renunciar a una parte de su medicación para poder malcomer todos los días.
Es por todo eso que pienso que nos gobierna un partido, el PP, que se comporta como la garrapata que espera a su víctima apostada en la hierba, cuanto más alta mejor, entre la que  retozan o pacen felices los animales, para, al menor descuido, clavar sus garfios en la piel de sus víctimas y chupar su sangre hasta engordar obscenamente hasta dejarse caer de nuevo al suelo para repetir el ciclo.
Así se ha comportado el PP, como un parásito repugnante, que está viviendo de nuestra sangre, de lo que era nuestro, consumiendo nuestro estado de bienestar, e inoculándonos niveles de pobreza de los que ya nos habíamos olvidado, para engordar sus cuentas corrientes, las de sus amigos y las cuentas de resultados de empresas que, luego saben siempre ser generosas con sus benefactores.
España necesita una desparasitación urgente, un tratamiento de choque que la libere de esa enorme garrapata que se está llevando su vida y su alegría. De lo contrario, se convertirá en un país enfermo y renqueante que nunca volverá a ser feliz.
 
 
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