Andamos enredados en el análisis del resultado, histórico
dicen, de las elecciones alemanas y las consecuencias que tendrá para España.
Yo no dudo que esté bien hacerlo, al fin y al cabo la aldea global en que nos
ha tocado vivir tiene estas cosas y a nadie se le escapa que los estornudos en
Berlín son catarros en España, pero, aún así, debemos ser conscientes de que
las elecciones que verdaderamente importan son las que celebremos en España,
para elegir, alcalde, eurodiputados o a los miembros de los parlamentos
autonómicos o el nacional.
Parece que quieran hacernos creer que, votemos lo que
votemos aquí, lo que realmente nos va a afectar es lo que votaron ayer los
alemanes. Puede que, efectivamente, ese 42% conseguido por Merkel y lo que vaya
a hacer tenga consecuencias no deseadas para nosotros, pero os aseguro que la
gestión corrupta de algunos, demasiados, de nuestros políticos poco o nada
tiene que ver con quién gobierne en Alemania. Tampoco el desmantelamiento de la
sanidad madrileña y los negocios que los hegemónicos populares pretenden hacer
con él tiene que ver con la caída de los liberales alemanes, ni el pequeño
repunte socialdemócrata tendrá que ver con el futuro de los socialistas
españoles.
Resulta curioso, cuando no aterrador, pararse a pensar
en qué es lo que lleva a algunos de nuestros conciudadanos a votar. A veces es
el "desparpajo" del candidato o la candidata, a veces, el AVE
que nos pone a la puerta de casa, con un coste insoportable, y su afición a
viajar en taxi y regalar anchoas; a veces, la simpatía que generan tiene que
ver con su prestigio, como en el caso de Rato, que a punto estuvo de
hundir España como hundió Bankia. O, a veces, por qué no, votamos a un Zapatero
para que no nos falle y, al final, nos falla.
Qué quiero decir con esto... sencillamente, que no sabemos
proyectar en el futuro las consecuencias de nuestro mecánico acto de
votar, que nos dejamos llevar por la sonrisa de un candidato, sin pararnos a
pensar en que todos sonríen, todos cogen en brazos a niños y los besan y en que
todos hacen promesas. No es eso lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de
votar, los candidatos están en campaña y una campaña electoral es como un
enorme anuncio, un spot que dura quince días en el que nadie es quien dice ser.
Sería bueno poder mirar -y aquí doy una idea- a cualquier candidato tras las
bambalinas, ver cómo trata a sus colaboradores, como s e levanta por las
mañanas, saber con quién habla por teléfono, si tiene buenas digestiones y,
sobre todo, en qué piensa cuando se queda solo en su habitación.
Sé que nadie lo va a hacer y que si se hace, como alguna vez
han pretendido hacernos creer que se ha hecho, será bajo el control absoluto de
los responsables de campaña de cada uno de esos candidatos metidos a actor,
cuyo parecido con la realidad, igual que el brillo de cualquier coche en
un anuncio, frente al que ese mismo coche, una vez que lo compramos, tiene
a la puerta de nuestra casa, es pura coincidencia.
Sería bueno que la información que nos llega de aquellos
entre quienes hemos de elegir a nuestro candidato no fuese de parte. Sería
bueno conocer los pasos que ha dado para llegar estar ahí y por qué lo hace.
Sería bueno, pero conseguirlo entra dentro de la parapsicología. Mientras
tanto, creo que bastaría con que, a la hora de votar, pensásemos más en
nosotros, nuestros hijos y nuestros vecinos que en castigar a Fulano o a
Mengano. Bastaría con votar a favor en lugar de hacerlo en contra. Es difícil,
pero a veces ha funcionado y puede volver a hacerlo. Bastaría con que el acto
de votar dejase de ser una rutina para convertirse en un acto responsable.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario