Qué feo, qué feo, que feo... Qué feo y que torpe.
A veces creo que estas cosas sólo pasan en
democracia en España, porque me cuesta imaginar -ojalá me equivoque- otro
país de nuestro entorno en el que, de una tacada, dos nombramientos de
indudable trascendentes como los de directora de Competencia de la nueva
Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia y el de su correspondiente
subdirectora, recaigan en familiares directos de dos ministros del Gobierno.
Beatriz de Guindos, sobrina del ministro de Economía y
Micaela Arias, hija del ministro de "Medios Ambientes" han sido las
elegidas y, por extraño que parezca, el tío de la directora del organismo que
ha de vigilar la competencia en el recién creado organismo regulador de los
mercados asegura no haber tenido noticia de los nombramientos hasta ayer mismo.
Qué curioso que por segunda vez su sobrina, funcionaria de
carrera, obtenga un destino a la sombra de su tío, en áreas
relacionadas con los cargos que éste ocupa. La primera vez fue en 2003, cuando,
después de aprobar las oposiciones correspondientes, fue destinada al Servicio
de la Competencia del ministerio en el que su tío ocupaba una secretaría de
Estado. Dicen que Beatriz de Guindos estaba bien considerada en el área de la
competencia, en la que comenzó a trabajar, pero, claro, de ahí a dar el salto
que dio ayer, aunque sólo por unas horas, hay una diferencia.
Por eso el escándalo y por eso el sonrojo que vivió ayer
este país. Este gobierno va tan sobrado y está tan desconectado de la realidad
que cree que puede seguir haciendo estas cosas más propias de un pasado
decimonónico sin que pase nada. La "pobre" Beatriz de Guindos, de la
que nunca llegaremos a saber si estaba capacitada para el cargo, porque ayer
mismo, vista la proporción que tomó el asunto, presentó su renuncia
irrevocable, ya está marcada para siempre, porque la torpeza de su tío o algún
pelota de entre sus colaboradores olvidaron que la mujer del césar, además de
ser honrada, ha de parecerlo. Y el nepotismo, en este caso, como el
protagonista del viejo y machista fandango, yo no digo que lo sea, pero,
coño, lo parece.
En cierto modo, Beatriz de Guindos y Micaela Arias Domecq,
son víctimas que se han visto en la boca del lobo del debate, a lo mejor a su
pesar. Yo viví un caso parecido de cerca. Alguien tuvo la feliz idea de
que la "señora" de un alto gerifalte, entonces el segundo más alto
gerifalte, de la empresa para la que entonces yo trabajaba podía y
debía dirigir un informativo de la cadena. Tan poco se fiaba el que tomó la
decisión de los resultados que colocó a su lado a un tipo tan solvente
como el bueno de Carlos Llamas para ayudarla y "controlarla". La cosa
no funcionó, porque la directora no fue capaz de superar el miedo escénico que
el producía el micrófono en el estudio vacío.
Al final, después de un verdadero suplicio, sobre todo para
ella, un día no fue capaz de seguir y se marchó. Carlos, Charlie, Llamas se
hizo cargo provisionalmente del programa y gracias a ello pudimos disfrutar,
aunque menos de lo que hubiésemos querido de quien llegó a ser, no sólo una
estrella, sino un verdadero héroe de la radio.
Son cosas del nepotismo que a veces trae felices sorpresas, pero que en esta ocasión, como casi siempre, y en un país tan
cabreado como éste ha acabado frustrado.
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