viernes, 20 de septiembre de 2013

FRANCISCO Y ADOLFO

 
 
 
¿Y si fueran verdad todos y cada uno de los gestos de Francisco? ¿Y si "el espíritu santo", cansado de la iglesia de los ricos y poderosos, hubiese dado un golpe de timón eligiendo al jesuita como papa? Como podréis comprender, para un ateo como yo sólo cabía contemplar con escepticismo todos esos gestos del papa jesuita. Sin embargo hay algo en ellos que me inclinan a la esperanza de un cambio real, siempre que Francisco sobreviva, claro, a las conspiraciones, los recelos y los caldos de tantos cardenales corruptos, decepcionados que se a estas horas se deben sentir amenazados por el ciclón en que se está convirtiendo el nuevo papa.
A estas alturas tengo la sensación de que Francisco es el Adolfo Suárez de la iglesia católica, surgido del mismo y apolillado sistema para cambiarlo, y temo por él. Temó que acaba teniendo el mismo o peor fin que tuvo Suárez, condenado, primero, por los suyos y después por el mal de Alzheimer que le ha privado -no sé si por suerte o por desgracia para él- de asistir al presente de lo que fue la obra de su vida, y llamado como aquel joven falangista de Cebreros a transformar una realidad que parecía inmutable.
Lo que está consiguiendo que cambie mi opinión sobre este papa, al igual que lo que consiguió que cambiara la imagen que un joven antifranquista podía tener de quien había sido ministro secretario general de aquel Movimiento inmovilista que se inventó Franco para decirnos qué y cómo podíamos y no podíamos hacer, es que los gestos que hace están siendo coherentes con los pasos que está dando en el seno de la iglesia de Roma.
Sin embargo, al igual que Suárez tuvo en su contra a bastantes, de esos viejos generales y almirantes, tan acostumbrados a privilegios y prebendas, como para considerar cualquier asomo de libertad que se nos concedía que se nos concedía al resto de los mortales, era una ofensa a su uniforme y su pasado que había que vengar con sangre... al igual que a Suárez, creo que los almirantes y generales de la iglesia, los obispos y cardenales, van a hacer lo posible para maniatar a este papa, si no es que intentan un golpe de Estado o algo peor.
Tal parece que a Francisco no le hace falta un Fernando Ónega que le inspire aquel "puedo prometer y prometo" porque parece brillante y habilidoso y ha sabido desde el primer momento que debe pisar los palacios vaticanos lo menso posible para no caer en las garras del sistema político más antiguo y más inmovilista de los que hemos conocido. Hace unos días leía un titular que recogía algo tan obvio como que el Opus Dei desconfía de Francisco y no me extraña porque la secta a la que se dice que perteneció Adolfo Suárez, se hizo muy poderosa durante el reinado de Juan Pablo II, no perdió del todo sus privilegios con Benedicto XII, pero parece que, si consiguen mantenerlos, no va a ser por gracia de Francisco, sino por toso el rancio poder que han acumulado.
Lo dicho por el Papa a la revista La Civiltà Cattolica, de la compañía de la que formó parte hasta alcanzar sus cargos en la iglesia, es de lo más revolucionario que se ha escuchado de un responsable de la jerarquía católica y tan inquietante para sus viejas estructuras como lo fue la publicación de "El origen de las especies" en el XIX. No sé qué va a ser de la mayoría de nuestros obispos y párrocos si tienen que abandonar su obsesión por el matrimonio igualitario o el aborto. No sé qué va  a ser de todos esos obispados y órdenes religiosas, cargados de propiedades y privilegios fiscales, si tienen que ponerlos al servicio de desahuciados e inmigrantes sin papeles. No sé a qué se van a dedicar si dejan de meter sus narices en las camas de quienes son sus fieles y quienes no lo son. No sé qué va a ser de ellos sin esa "injerencia espiritual en la vida personal de los ciudadanos" que tan bien se les da. Tendrán que ponerse a trabajar y eso, como escribió Sciascia, cansa.
Adolfo Suárez y el papa Francisco tienen algo en común. Si éste consigue culminar su obra como aquel el futuro del mundo será muy diferente, tanto como lo fue la España esperanzada que surgió de sus reformas. Y lo va a ser tanto para los católicos como para el resto de los ciudadanos del mundo, como lo fueron las reformas de Suárez para sus votantes y para el resto de los españoles.
 
 
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