sábado, 7 de septiembre de 2013

COMO HACE CUATRO, COMO HACE OCHO AÑOS



A la hora en que esto escribo, los madrileños, más que obligados, nos disponemos a vivir nuestro tercer día de la marmota olímpica. Los medios de comunicación y los políticos locales llevan días repitiéndonos, como ya hicieran hace cuatro y ocho años, que somos los mejores y que, con los juegos, volverán el trabajo la prosperidad y la felicidad a nuestra ciudad. Y, por desgracia, como pude comprobar yo mismo, el mensaje funciona, porque hay quien ya está convencido y, como me dijo un amigo ayer, comiendo, da por bien empleado el dinero que nos ha costado llegar por tercera vez a la "final", unos cien millones de euros, si con ello, ese niño que sueña con presenciar o participar en los juegos que se celebrarían en Madrid, si esta tarde fuese la elegida. Sin caer en la cuenta de que, como yo mismo le recordé ese dinero estaría mejor empleado en ayudar a los niños que quieren ser médicos o ingenieros o, quizá, bioquímicos a cumplir sus sueños.

Dentro de unas horas, cuando, después de haber aflojado toda esa pasta -hablan de 100 millones de euros- en viajes, campañas publicitarias, cortometrajes publicitarios y agasajos -eufemismo de sobornos- a quienes tienen en sus manos el voto para decidir entre Madrid, Tokio o Estambul, después de recitar en un ridículo inglés, más propio de párvulos en una fiesta escolar de fin de curso, el texto escrito por uno o varios mercenarios de la pluma o el teclado y repetido una y mil veces en el largo vuelo transoceánico, en la habitación del hotel o en los ensayos generales con público, cantando las bondades de Madrid... cuando después de todo eso, resulte que comprobemos una vez más que nos tienen manía o, en el mejor -o quién sabe si peor- de los casos que, al final, organizar los juegos nos va a costar aún más dinero del que ya hemos puesto en éste y en los otros dos intentos frustrados,  que las grandes esperanzas puestas en un puesto de trabajo, temporal por definición, y la prosperidad prometida se desvanecen, como los sueños de los vecinos de Villar del Río, cuando los voluntarios comprueben que no van a ser espectadores privilegiados de los juegos, sino becarios explotados... cuando la incógnita se despeje, veremos que los que han ganado, los que podrían ganar con la designación serían los políticos que se colgarían una medalla conseguida en el tiempo de descuento y toda la tela de araña de intereses que se ha tejido en estos últimos doce años, se dice pronto, para agitar un señuelo con el que atraernos a su redil, distrayéndonos de lo que verdaderamente son: la alcaldesa del Madrid Arena y la ciudad cada vez más contaminada y sucia, con las tasas de recogida de basuras más cara, el presidente de la comunidad autónoma que más ha recortado en enseñanza y que malvende ilegalmente los hospitales o el presidente del gobierno que ha incumplido todos y cada uno de los puntos de su programa y ha elevado la cifra de parados hasta los seis millones de ciudadanos sin trabajo, muchos ya sin subsidio ni ayudas. Todos ellos, miembros del partido que predicaba austeridad y recortes mientras guardaba en bolsos y chaquetas los sobres con las dádivas de quienes ya se habrán llevado o, si no, se llevará alguna de las obras de los juegos.

Como hace cuatro años, como hace ocho años, pretenden hacernos creer que nos jugamos algo, cuando, en realidad, cuando nos lo jugamos y lo perdimos fue el 20 de noviembre de 2011 en las urnas.



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