Andaba yo esta mañana enredado en la ingesta de mi dosis del
desayuno, seguido de mi dosis de acetil cisteína, y en el intercambio de
belleza y buen gusto a través de Facebook, cuando me he visto sorprendido por
una curiosa polémica a propósito de la presencia de la recién parida -parir
siempre me ha parecido una hermosa palabra- Soraya Sáenz de Santamaría en las
reuniones para el traspaso de poderes entre los gobiernos entrante y saliente.
Lo que más me ha sorprendido de la polémica es que, desde
posturas más o menos progresistas, se critique su decisión, acusándola poco
menos que de ser eso que nuestras madres llamaban una "madre desnaturalizada",
por no haberse quedado junto a su hijo de apenas unos días. También, desde el
mismo terreno, se dice que debería dar ejemplo, disfrutando su baja de
maternidad, para el resto de madres. Y no sólo eso. También he escuchado que
los cargos públicos deberían estar obligados a hacer uso del derecho a la baja
de paternidad del que disfrutan. Curioso planteamiento por el que alguien es
obligado a ejercer un derecho que me reafirma en la idea de que hay menos
diferencia en algunas actitudes entre quien milita en algo -desde la izquierda
más extrema a la derecha más fascista, pero también en feminismos o ecologismos
radicales- que la que hay entre quienes militan y quienes no lo hacen.
Soraya Sáenz de Santamaría, que no es santa de mi devoción,
ha ejercido su derecho a unos días de descanso, eligiendo postergarlos porque
su situación profesional -desgraciadamente, la política es una profesión- pasa
por un momento crucial. Más, si como se dice, va a ocupar la vicepresidencia
del gobierno de su mentor, Mariano Rajoy. Sería irresponsable no hacerlo y
aceptar después el cargo y supongo que esas reuniones tampoco exigen unas
larguísimas jornadas lejos de su hijo.
Mucho me temo que en este país hay demasiada gente que no
distingue entre derechos y preceptos. Quizá por eso, desde la derecha se
rechaza el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo. No entienden
que a nadie obliga, salvo a las autoridades a garantizarlo. Los que critican la
decisión de Sáenz de Santamaría, por las mismas, deberían exigir que
inmediatamente se casasen todas las parejas de homosexuales, especialmente las
de los políticos.
Un consejo: ante la duda, empatía y respeto.
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1 comentario:
No puedo estar más de acuerdo, Javier. Gracias por tu blog.
Fernando
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