jueves, 10 de noviembre de 2011

QUÉ FEO


Lo de las sospechas sobre Iñaki Urdangarín, yerno del rey, es muy feo, pero que muy feo.
Nos habíamos acostumbrado a que los escasos tropezones de la familia real española nos los contasen en papel cuché Hola y compañía y, por eso, ver al duque de Lugo en las sórdidas páginas que suelen acoger a los matas, los camps y los roldanes que han sido y serán en esta España de manos largas y moral distraída, resulta, cuando menos, decepcionante.
De pequeño, tardé poco en averiguar la verdadera naturaleza de los Reyes Magos, pero mantuve una falsa candidez por pura conveniencia. Tenía la sospecha de que, si contaba lo que sabía, se acabaría eso de encontrar la noche de Reyes los regalos, previamente descubiertos en algún armario, junto a los zapatos. Con la monarquía española me pasa otro tanto: no creo en ella, aunque, en su momento Juan Carlos cumplió de sobras su papel, pero mantengo la ficción porque nos conviene, especialmente cuando caigo en la cuenta de quién podría llegar a Sarkozy en España.
Ayer tuvimos pruebas de lo que ocurre cuando algunos personajes públicos sobrepasan algunos límites, aunque sea en el ámbito privado ¿queda algo que podamos considerar privado? dimiten o los cesan. Sin embargo, es impensable que Urdangarín dimita como yerno o sea cesado como duque.
Insisto, lo de la Operación Babel, de la Fiscalía Anticorrupción, con facturas infladas, contratos por cantidades de vértigo a cambio de nada o casi nada, paraísos fiscales, palmarenas y Camps y Matas de comparsas es feo, muy feo. Tanto que en el mejor de los casos el duque sería un tonto, útil, pero tonto, del que se ha aprovechado su socio Diego Torres.
Qué feo, majestades. Tan feo que, este año, al yerno, habrá que traerle carbón.

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