Espero que al conseller de Sanitat de la Generalitat de
Catalunya, Boi Ruiz i García, le haya costado conciliar el sueño en los últimos
dos meses y espero que siga siendo así por mucho tiempo. No sólo eso, también
espero que el nombre de María del Carmen Mesa, pase, de haber sido un número,
apenas un decimal de uno de esos cálculos de probabilidades entre acierto y
error, una unidad de gasto en esos balances de resultados que tan habituados
están a manejar los "súper gestores", a volver a ser lo que fue, el
nombre de la ciudadana que, junto a su familia, padeció el calvario de ir desde
su domicilio en Tossa de Mar, Girona, de hospital en hospital, con un grave
aneurisma, hasta quedar aparcada en el mayor de Cataluña, la residencia Vall
d'Hebron, a la espera de que llegase el lunes, porque los quirófanos en que los
magníficos profesionales que tiene la sanidad pública catalana podían haberle
salvado la vida estaban cerrados en aras de una mejor gestión de los recursos.
Lo que está pasando en Cataluña con los recortes salvajes en
su sanidad pública, en la que hay convocada una huelga de médicos por ese
motivo, es lo que puede llagar a ocurrir en el resto de España: que, teniendo instalaciones
y medios al más alto nivel, pagados con nuestros impuestos a lo largo de muchos
años, acabamos sucumbiendo a las inhumanas e inmorales normas de gestión
dictadas por un señor que, como el señor Ruiz i García, antes de conseller de
todos presidió la patronal catalana de la Sanidad.
Cómo habrá que explicarles ahora a los ciudadanos que, como
Carmen Mesa, no viven en una gran capital ni cerca de un hospital "de
referencia" que el dinero de sus impuestos tiene el mismo valor que el de
quien vive cerca de uno de ellos. A mí me resultaría difícil, quizá porque
pateo a menudo los pasillos de hospitales y centros de salud. Supongo que,
parapetado tras una montaña de dosieres, estudios y gráficos, debe resultar más
fácil. Incluso puedes llegar a explicar a los familiares de tu
"víctima" que ha sido el azar, la mala suerte, esa variable
incontrolable de las estadísticas la que ha acabado con su vida.
De momento, a los familiares de Carmen, esas excusas no les
sirven y han emprendido acciones legales para los responsables de su
fallecimiento tras sufrir un calvario de 65 horas antes de llegar al quirófano
que requería su caso, responsables, no de la atención que recibió desde el
primer momento, sino de la gestión hospitalaria que le negó el quirófano en el
que, probablemente, le hubiesen podido salvar la vida. Sólo espero que la
familia de Carmen tenga todo el apoyo de la ciudadanía, porque en su causa nos
jugamos todos mucho y los responsables de un desastre como este deben ser
castigados.
En caso contrario, más nos vale cambiar de vivienda e irnos
a vivir a una "con vistas al hospital de referencia", en primera
línea, al lado de la entrada de urgencias.
También sería bueno que las consejerías de sanidad de cada
comunidad nos facilitasen un folleto con los lugares, fechas y horarios en los
que no es conveniente ponerse enfermo de una cierta gravedad.
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