El ser humano tardó siglos en caer en la cuenta de que la
salud depende en gran medida de la higiene. Eso, tan evidente y asumido en lo
que respecta al cuidado del cuerpo, no parece estar tan claro cuando de lo que
se habla es de la salud del alma, individual y colectiva.
El día de ayer, con su lluvia traicionera y el demoledor
-para quien, como yo, cree en la justicia social y el Estado del Bienestar-
sondeo del CIS, reunía la mayor parte de los ingredientes para haber tenido ese
"día marrón" al que canto Luz cuando aún no era Casal. Sin embargo la
lluvia limpió esta ciudad cada vez más sucia y la tarde-noche con los amigos de
siempre y otros recuperados, una buena cerveza, un poco de conversación y la
música, siempre la música, acabaron por ponerme a salvo del maleficio.
También ayudaron las buenas noticias que llegaban del mundo
de la televisión, con la retirada de la mayor parte de los anunciantes de esa
miserable bazofia que han bautizado como "La noria" y a la que, de
vez en cuando y más pendientes de las audiencias que de la decencia, se han
asomado "nuestros" (así entre comillas) políticos.
Hay quien no tiene estomago para subirse a esa noria, y yo
presumo de ello, porque no soporta el mareo y la náusea, pero parece que
siempre hay alguien dispuesto a soportar tal tortura a cambio de no sé qué
placer que debe residí en la desorientación y el vértigo.
La noria de la que hablo, la que paga esas presuntas
"confesiones descarnadas" en las que, mediante ese
"valiente" periodismo de chantaje y talonario, unos pervertidos
sociales desnudan a quienes, por estar muertos o para no entrar en el juego,
pueden defenderse, acaba de quedarse sin la energía que mueve el motor que la
hace girar y no sabéis como me alegro.
Quisieron rizar el rizo, poniendo una bala más en la
recámara del revólver con que invitan a jugar a una sociedad, la nuestra,
enferma de soledad y falta de vida, a la que la mayor parte de las cosas que
pasan, le pasan en la tele.
La bala que cargaron en la recámara fue una entrevista
pagada en exclusiva a la madre de un adolescente tan cruel como imbécil,
protagonista al parecer de uno de los crímenes más crueles e injustos que se
pueden cometer -los dictadores de Chile y Argentina saben mucho de eso- a los
familiares de la víctima se les niega el consuelo de un cadáver al que llorar.
A mucha gente le pareció que se había cruzado una frontera y
fue un periodista de esos que hacen más signa esta profesión tan deteriorada,
Pablo Herrero, quien tomó la iniciativa de activar las redes sociales,
exigiendo a través de actuable el boicot
de los anunciantes a tan repugnante programa. Y, afortunadamente, la cosa
funcionó. Primero fueron Campofrío Bayer y las leches Puleva y President
quienes respondieron a la iniciativa y, más tarde, Panrico Donuts, una marca de
quesos y el Banco Sabadell quienes siguieron su estela.
Creo que, por paradójico que parezca, el de ayer-también el
jueves- fue un gran día para la libertad de expresión. Habrá quien comience a
decir que no es bueno que los anunciantes influyan en el contenido de los
espacios televisivos. Probablemente, pero sólo si se lleva al mismo extremo que
han llevado los responsables de Tele-5 lo que llaman "la libertad de
expresión.
Espero que a Jordi González, tan culpable como el que más,
anoche se le atragantara la cena que, con lo que cobra por sus servicios a la sociedad, no sería de embutidos Campofrío con pan de mnolde de Panrico..
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