Viendo anoche las calles de Roma y otras ciudades italianas,
repletas de gente que celebraba la dimisión de Berlusconi al son del Aleluya de
Haendel y las bolsas, no sólo de Italia, sino de medio mundo que no han dejado
de subir desde que Napolitano tomó las riendas de la crisis política italiana y
hubo la certeza de que "il cavaliere" acabaría marchándose, es
legítimo preguntarse quién le votaba.
Han sido diecisiete años de nepotismo, corrupción, trampas
y, sobre todo, de desprecio a la democracia y a las reglas básicas de la
convivencia. Diecisiete años que arrancaron con esa falsa impresión de que lo
mejor para una Italia cuyos gobiernos eran castillos de naipes imposibles que
se venían abajo en pocos meses era ponerse en las manos de ese empresario
"hecho a sí mismo" que había llenado la tele y la cabeza de los
italianos de culos y tetas, de cotilleos tan groseros como insufribles, de
norias, en fin, cuya única misión era la de hipnotizar y distraer a los
espectadores, mientras elevaban hasta el infinito su umbral de tolerancia a lo
zafio y lo grosero ¿os suena?
El Berlusconi de anoche más "retaco" que nunca,
con la cabeza hundida en ese cuerpo abotargado que ya no pueden disimular ni
los mejores sastres italianos, cariacontecido al verse ante ese final que
durante tanto tiempo ha esquivado con su "catenazzo" mediático... ese
Berlusconi real que había dejado de ser imposible me recordó al que no hace
tanto se dio de lleno con la realidad cuando un ciudadano lanzó contra su
rostro altivo una reproducción de la catedral de Milán que le arruinó el gesto
y algún que otro diente.
Ha sido demasiado tener a ese delincuente al frente de la
séptima potencia económica mundial tantos años. A lo largo de esos tres largos
lustros le hemos visto hacer de todo sin que le pasase nada. Ojalá se acumulen
ahora todas sus culpas y podamos darnos la satisfacción y el consuelo de verle
entrar en una prisión.
Pero, permitidme que vuelva a la pregunta ¿Quien votaba a
Berlusconi?
En mi opinión le votaban quienes dicen y dirán que lo que
hace falta es más gestores y menos políticos, los que siempre votan al que les promete
bajar los impuestos, los que se creen más que los demás, los que, en vez de
personas, buscan "hombres" machotes y valientes, los que se dejan
embaucar por una frase sin analizarla ni medir sus consecuencias, los que ante
los clarines del victimismo sacan a relucir ese patriotismo barato que ha
costado tantas guerras, los que tenían algo que ganar, y lo ganaron, sirviendo
de coartada a los negocios y las leyes "a medida" de este nuevo
"duce" de pacotilla, los inmorales, los que creen que lo que le
ocurra a su país y sus compatriotas no va con ellos, los tramposos que chapotean
en la economía sumergida, los especuladores y, sobre todo, los que piensan que
la política no va con ellos y, en vez de ir a votar, se quedan en casa y, sin haberlo
o a sabiendas, acaban tendiendo un puente de plata a todos estos sinvergüenzas
para llegar al poder...
¿Os suena?
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