Ayer me topé en la Gran Vía de Madrid con uno de los coche
de campaña de UP y D, un partido cuyas siglas me permito traducir por
"Unos Pocos y la Díez", porque pocas formaciones políticas hay, en
las que el culto a la personalidad del líder sea más absoluto. Y, si no me
creéis haced el esfuerzo de tratar de recordar el nombre de algún otro de sus
candidatos.
Tan difícil como recordar esto último es recordar alguna de
sus propuestas, más allá de todas esas perogrulladas demagógicas a las que es
tan dada Rosa Díez que a nada comprometen a quien sabe que lo suyo no es sumar
votos, sino restarlos.
La candidata por Madrid de ese partido y hasta ahora única
diputada ha explotado hasta la saciedad el discurso "anti político"
que tan hondo ha calado en los españoles después de tantas decepciones como
hemos tenido que sufrir. Lo que ocurre es que ella misma es un ejemplo de eso
que critica, porque, no sólo ha demostrado una deslealtad bíblica al partido en
que militó tantos años, feliz mientras hubo cargos para ella, pero díscola y
marrullera cuando dejó de haberlos, y que abandonó de la manera menos decente
posible, sin devolver el escaño que tenía en el Parlamento Europeo, ganado en
las listas del PSOE, una vez que fracasó su intento megalómano de alcanzar la
Secretaría General en el mismo congreso que eligió a Zapatero. Por el contrario
aprovechó escaño y prebendas para hacer su propia campaña mientras rumiaba la
creación de un partido hecho a su imagen y semejanza, en el que apenas quedan
ya militantes de primera hora.
Sin embargo, la idea de Rosa Díez funcionó, porque poner en
la picota a los demás, criticando a diestro y siniestro, funciona. No hay más
que ver las audiencias y devociones que despierta Belén Esteban, y ésta,
además, tiene estudios y experiencia. Luego, basta con recoger todas las
cuentas pendientes, que son muchas, que los ciudadanos tienen con la clase
política, haciéndoles creer, a sabiendas de que nunca estará en disposición de
hacerlo, que va a ponerles fin.
Es así como Rosa Díez ha hecho de UP y D, más que un partido
bisagra, una especie de partido coartada que se vota tanto desde la izquierda
como desde la derecha, en el que, como en un libro de autoayuda, bien
presentado y mejor editado y publicitado, en el que todo el mundo puede
reconocerse, pero que, a la larga, una vez comprado no sirve para nada y queda
arrumbado en cualquier estante de nuestra biblioteca sin que nos haya servido
para nada.
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