Vaya por delante que adoro a esta guipuzcoana grande y
tierna como sólo ella puede serlo y que adoro y agradezco la manera tan sincera
que tiene de ejercer el periodismo y la vida.
El Ministerio de Cultura que no está para muchas alegrías me
ha dado hoy una de las mayores de mi vida, porque ha concedido a mi amiga y
compañera -lo fue y lo será siempre- Ana Borderas el Premio Nacional de
Periodismo Cultural.
Quien la escuche a primera hora de los sábados -entre siete
y media y ocho de la mañana- se habrá hecho ya una idea de quién es "la Borderas"
porque es así, como suena, o quizá un poco mejor. Capaz de demostrarte su
cariño a gritos o de transferirte -a mí me lo demostró en momento difíciles-
toda su alma en un abrazo.
La recuerdo con su torre de cinta, sus discos y sus guiones
dirigiéndose al estudio -el primero a mano izquierda, con ventanas a Mesonero
Romanos y vistas, a veces sorprendentes, a las habitaciones de un hotel- los
viernes, a la hora en que a la mayoría de los compañeros lo que nos preocupaba
era por qué lado de la Gran Vía íbamos a huir hasta el lunes siguiente.
La recuerdo también, después de haber malcomido deprisa y
corriendo, concertando crónicas con los compañeros de las emisoras o con los
corresponsales que, estoy convencido, sólo atienden a esas horas si quien les
llama es la Borderas.
No seré yo quien les diga sus oyentes que esta mujer tiene,
al micrófono, algo especial que te atrapa. Cuando la escuchas sabes que, lo que
cuenta, te lo está contando a ti y sólo a ti y tiene además la virtud de ser
capaz de captar la atención del camarero que acaba de encender la cafetera, a
la espera de los primeros clientes, en una exposición de Sorolla y, al mismo
tiempo, interesar al más exquisito de los melómanos en el último comic de
Astiberri o el más primoroso de los cuentos de Kalandraka.
Y, por si fuera poco lo anterior, tiene la hermosa virtud de
rebelarse, de pelear por todas y cada una de las cosas de las que está convencida
y, al mismo tiempo, cumplir como la que más en su trabajo.
Eso en cuanto a lo profesional, porque, en lo personal, Ana
es, ella sola, toda una ONG. Como decía su querido y llorado Arturo "Si
necesitas algo, díselo, porque, si lo tiene, te lo da y, si no, te lo
busca". Arturo, ay Arturo. Recuerdo a Ana durante muchos viernes, con su
bolsa de viaje, camino de León para despedirse poquito a poco de él, porque, si
Ana es la primera para la juerga y la carcajada, también lo es para la lágrima
y el consuelo ¿Será esa mezcla perfecta de médico vasco y ferreteros gallegos
la que la ha hecho así, una especie de misionera gritona y deslenguada? Quizá,
pero también tiene mucho que ver su forma de vivir la vida, de entregarse, en
lo grande y en lo pequeño.
Tengo la seguridad de que tu premio lo están celebrando
ahora en las redacciones de muchos medios en toda España y tengo la seguridad
de que es así porque, allá por donde has pasado, has ido dejando amigos.
No sé si llegarás a leer esto, Ana, pero, por si lo haces, te
digo lo mismo que tú me dijiste en una ocasión "Tenemos que vernos
más" ¡Ah! y que sepas que la sintonía de tu "Hora Extra" se la sugerí yo a tu querido jefe, Eduardo.
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