¡Lamentable! Precisamente en los tiempos en que el paro y la
crisis económica son los problemas que más preocupan a los españoles, y los
madrileños, aunque un tanto especiales, también son españoles, la Comunidad de
Madrid ha recortado un 22% el capítulo dedicado al empleo en los presupuestos
para el próximo año.
Esperanza Aguirre no lo dice, pero estoy seguro de que debe
pensar que los parados son unos vagos que no aceptan cualquier trabajo o unos
ambiciosos que no están dispuestos a emplearse por los sueldos de miseria que
pretenden ofrecer sus amigos de la CEIM. Y tiene razones para pensarlo porque
apenas hay parados en su familia o entre sus amistades.
Se dice pronto. Casi tres de cada cuatro euros destinados al
fomento del empleo o a la asistencia a los que no lo tienen, formación
incluida, desaparecen de los presupuestos del gobierno madrileño, el mismo que,
no hace tanto, se gastó un millón de euros en colocar la primera piedra de una
faraónica Ciudad de la Justicia que, ahora, y nunca mejor dicho, duerme el
sueño de los justos.
Por más que lo intento no logro explicarme cuál es el
secreto para que esta Esperanza Manostijeras de la Puerta del Sol, soez,
pendenciera y deslenguada, reciba tantos votos de los madrileños. No será por
su gestión de los servicios públicos que usan los madrileños, porque la sanidad
y la educación públicas se deterioran a ojos vista. Quizá sea esa actitud
zarzuelera de llegar a las manos y tirarse al moño del rival. Aunque puede que
esté equivocado y lo que la hace tan apetitosa para los madrileños a la hora de
depositar el voto sea ese temblor de voz y esa lágrima fácil que, muy de vez en
cuando y siempre ante las cámaras, dedica a su familia o a su salud.
Cuánto daría porque la Manostijeras de la Puerta del Sol,
consciente del peligro que supone para sus conciudadanos, para no hacerles daño, se retirase como el
tierno Eduardo Manostijeras de Tim Burton se escondía en el desván de la casa
abandonada. Pero eso sería pedir demasiado, porque, muy al contrario, lo que ha
hecho Esperanza Manostijeras ha sido rodear de vallas metálicas la fachada de
la sede de su gobierno para protegerse de una hipotética ira de aquellos a los
que hace daño.
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