viernes, 25 de noviembre de 2011

¿EN QUÉ FALLAMOS?


Nunca le he levantado la mano a nadie y nunca nadie me la ha levantado, ni he visto levantársela a nadie en casa. Quién sabe si de niño, entre hermanos y jugando... pero, conscientemente, jamás. Creo que, afortunadamente, tengo intolerancia a la violencia. No soporto el boxeo, no soporto las corridas de toros, pese a que mucha gente a la que quiero y respeto ha intentado convencerme de que lo uno es un deporte y lo otro una tradición cultural que rezuma arte y belleza. Siendo así, cómo podría soportar la violencia que con el silencio cómplice de vecinos, amigos y familiares se ejerce a diario contra nuestros iguales y, especialmente, contra las mujeres.
Hoy, que se celebra el "Día internacional contra la violencia de género", me he levantado con el amargo sabor y la resaca que dejaron en mí los resultados de un estudio realizado entre jóvenes de este país en que vivimos, no de Afganistán o el África más profunda, que revelan que el huevo de la serpiente de la violencia machista, que no es más que otra forma de intolerancia y fascismo, ya lo están incubando nuestros adolescentes en sus institutos.
¿Qué está pasando para que esto esté ocurriendo en la España del siglo XXI, un país próspero hasta antes de ayer, en el que la educación llega a todos los rincones, democrático y moderno? No lo sé muy bien, pero sospecho que el machismo que es algo que no se enseña, pero que se aprende, se aprende en la tele, en el cine, en la calle y, también, en el patio de los institutos. Especialmente en la tele y en el cine. Lo demás es emulación. Terrible, pero emulación.
Yo pensaba que, con la ruptura de los tabúes en torno al sexo, todo iría mejor y terminaríamos con los miedos y los traumas que arrastrábamos los adolescentes de mi generación. Pero no., más bien al contrario, creo que el hecho de que los jóvenes tengan relaciones mucho antes ha tenido, demasiado a menudo, el efecto perverso de despertar en esos adolescentes cargados de granos, de incipiente bigote y más partidarios de los perfumes que del gel de ducha, un deseo de posesión y dominación por las "novietas", gregario y estúpido que, si no se combate cuando es incipiente, puede degenerar en una epidemia de violencia peor que la que estamos padeciendo.
No debemos consentir que nuestros hijos consideren normal "asaltar" el móvil de su pareja, ni que les levanten la voz, ni mucho menos la mano, No debemos mirar para otro lado cuando observamos como tratan de apartarlas de sus amigas. Tampoco cuando es evidente que alguien está interfiriendo en su manera de vestir o en sus horarios. Es terrible, pero tal parece que el papel de padre troglodita de otros tiempos está siendo asumido por mocosos que, inconscientemente o no, están marcando ya las vidas de quienes apenas son unas chiquillas.
Algo hay que hacer y, personalmente, creo que sería bueno que el ataque de responsabilidad social que llevó a agostar esa mala hierba soez y miserable que era "La noria", nos lleve a impedir que en las series hechas con y para adolescentes se inocule el virus del machismo y se extendían comportamientos y modos que acabarán convirtiéndose en una bomba de tiempo.
Y un último consejo, en especial para las madres. Enseñad a vuestras hijas a ser libres y felices. Explicadles que son muy pocas las parejas de instituto que llegan al registro civil y que tampoco las parejas tienen que ser, afortunadamente, para toda la vida, que son libres y tienen que seguir siéndolo, que nadie hace aquello que no le dejan hacer, que para no verse obligadas a hacer lo que no quieren lo mejor es no ceder la primera vez, que las relaciones de pareja lo son entre iguales y, sobre todo, que deben pedir ayuda cuando alguien no las respete.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuando era muy jovencita tuve una pareja que llegaba borracho y me golpeaba, yo que había sido criada con varios hermanos hombres, sabía defenderme, no era de las que me iba a llorar a un rincón, y se transformaba en una batalla campal,dormía con miedo con un cuchillo escondido bajo la funda de mi almohada, el nunca se dió cuenta, a veces medio vestida para poder escapar rápido. Viví así mucho tiempo hasta que una noche me tiró a la calle inconciente y muy golpeada, como pude me paré y caminé hacia el hospital, para buena suerte mía me encontré con una pareja que eran compañeros míos y volvían a esa hora de una fiesta, me acompañaron al hospital, el médico dijo lesiones de mediana gravedad,pero podía caminar, al salir me obligaron a ir a la policía, yo no quería porque en aquellos años en mi país la policía torturaba y hacía desaparecer gente y hacerlo era una traición, pero tomaron el papel del hospital y me llevaron a la fuerza, no dije una palabra, ellos hablaron por mí y la policía lo detuvo.
Nunca más un hombre me ha puesto la mano encima y no me explico como lo permití.Despues de muchos años, un día me habló y me pidió perdón, le dije que quería saber porque me golpeaba , que mal le hacía yo,la razón jamas la imaginé, me dijo que yo tenía muy buen cuerpo, era bonita, con buen trabajo y era muy sociable y amistosa, que nunca había entendido que hiciera amigos tan facilmente y me quisieran tanto, yo siempre pensé que no le gustaban mis comidas.
Mis hermanos y mi madre aún no saben esto, nadie de mi familia, dejo este testimonio que me cuesta mucho escribirlo para decirle a quien los lea que el silencio no es bueno, que hay que buscar ayuda, que la justicia funciona muchas veces.
Recuerdo que el era alergico a la penicilina, una vez le había salvado la vida al llevarlo rápidamente a un medico amigo que le puso una inyección que lo salvó.
Podría facilmente haberle puesto una ampicilina en el plato de la comida y hubiera terminado con las golpizas, me alegro no haberlo echo, porque él no merecía que yo arriesgara mi libertad por él, no valía la pena.