No sé si sólo es casualidad. Pero, en todo caso y para quienes, como yo, gustamos de buscarle tres pies al gato, no deja de ser una feliz coincidencia que el índice que agrupa los treinta y cinco valores más altos de las bolsas españolas y el protagonista de la foto que exhibe su enorme cornamenta en las alturas lleven el mismo nombre: Ibex..
Ayer, una gran parte de los periódicos españoles llevaban a sus portadas un dato que, en tiempos como los que corren, con tanto ERE y tanto paro, no deja de ser una afrenta para una gran parte de los ciudadanos, porque, según ese dato, durante el pasado ejercicio, los directivos de las 35 empresas del IBEX han ganado un dieciséis por ciento más que en el anterior, pese a que el valor en bolsa de esas empresas haya caído un 5%. Yo, que soy de ciencias no lo entiendo. A no ser que quienes, un día sí y otro también, chupan al gobierno de la crisis, consideren que la tal crisis es una fatalidad contra la que nada puede hacerse y, por ello y pese a las pérdidas, hayan decidido premiarse con ese 16%.
Quienes no ha querido ser menos, pese a que la empresa no figura en el IBEX, han sido los directivos de PRISA que estando como está en un serio proceso de reestructuración, con importantes cifras de despidos, 900 de los 2500 previstos, con la venta de empresas del grupo y demás, han hecho crecer, no sólo el número de sillones en su consejo de administración, sino el importe de sus retribuciones que se han triplicado en un periodo en que han caído seriamente sus ingresos.
Por eso me dolió tanto el artículo de Juan Luis Cebrián pidiendo un calendario creíble al presidente del Gobierno, cuando su comportamiento en PRISA es tan oscuro y arbitrario como parece. Es lo de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Y en el caso de Cebrián, que, si alguna vez fue un gran periodista -nadie con dos dedos de frente puede ponerlo en duda-, hace ya demasiado tiempo que se comporta como un alocado ejecutivo, capaz de dilapidar lo que fue una gran empresa y cargado de soberbia como para pretender, aún, dar lecciones.
Está claro que los empresarios son, antes que nada, empresarios y que los tiempos que se avecinan deberían servir para abrir los ojos de quien aún cree que los hay buenos y malos. De momento, el responsable del BBVA, Francisco González, rompiendo toda una tradición de la banca en España, ya ha mostrado claramente su preferencia por Rajoy. Como diría Miguel Ángel Aguilar, el maestro, atentos...
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