Finalmente, quienes no estamos de acuerdo con el modo en que España y, más concretamente, Madrid reciben al jefe de la iglesia católica vamos a poder expresar pública y pacíficamente nuestro rechazo manifestándonos por las calles del centro de Madrid.
Demostraremos nuestro rechazo a las facilidades dadas por las administraciones a la celebración de unos actos absolutamente partidistas, en los que me sorprendería que no se ensalzaran la objeción de conciencia frente a algunas de las leyes aprobadas en el Parlamento de la Nación por una mayoría de diputados elegidos libremente por todos los españoles.
Lo más lamentable es que, sin saberlo, los mismos que nos vamos a manifestar estamos contribuyendo a financiar este inmenso mitin ultraconservador en el que, desde la mística y el falso buenismo se trata de imponer una vuelta a los peores años de la civilización. Con parte del dinero que nos dejamos en ellas, empresas como Coca Cola, Colacao, Bankia (Caja Madrid), Santander, Canal de Isabel II, Iberia, Endesa, Abengoa, Mutua Madrileña, la cervecera Mahou-San Miguel, El Consorcio de Transportes de la Comunidad de Madrid, el mismo del billetazo, El Corte Inglés y alguna que otra más se financia la ocupación de nuestra ciudad a mayor gloria de la institución que lleva casi veinte siglos alimentándose de esas sociedades en las que fomenta la incultura y combate la libertad, levantando el brazo junto a asesinos que luego pasea bajo palio o entierra en basílicas construidas con el sudor y la sangre de sus adversarios.
Mi muy despreciado Juan Antonio Martínez Camino, portavoz de ese Consejo de Administración que, respecto a la gran empresa que es la Iglesia Católica, supone la Conferencia Episcopal Española, ha dicho que quienes nos manifestemos contra el lujo y el boato desplegados en esta visita parasitamos al papa. Curioso comentario por parte del portavoz de quien se beneficia de 50 millones de euros públicos y vete tú a a saber cuántos privados, en un país que tiene más de cuatro millones y medio de parados, convenientemente olvidados estos días, porque -ya se sabe- algunas comparaciones resultan especialmente odiosas.
Señores de la iglesia: si hay algún parásito -qué digo parásito- si hay algún carroñero en este país, desde luego yo no lo buscaré en la manifestación contra las condiciones de esta visita, tampoco en esas iglesias de barrio en las que se mira, más que a dios, a los hombres. Los buscaré en las catedrales y los palacios arzobispales, entre otras cosas, porque siempre han estado allí.
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