Prietas las filas, recias, marciales... Tal y como rezan los primeros versos del himno del Frente de Juventudes, algo así como las juventudes franquistas. Así se comportaron ayer en el Congreso los diputados socialistas a la hora de votar, junto a sus adversarios y frente a sus aliados, esta reforma de la Constitución que juzgan tan necesaria y urgente, aunque nadie nos ha explicado el porqué de tanta necesidad ni tanta urgencia.
Como ciudadano me siento mal, muy mal. Me siento tan mal, porque algunos de esos diputados tienen su escaso en el Congreso porque yo les he votado y, sin embargo, al seguir tan obedientemente las consignas del grupo están despreciando olímpicamente ese voto que les di y, sobre todo, mi capacidad de discernimiento.
Sólo uno, Antonio Gutiérrez, que viene de donde viene y que ya ha anunciado que se va, no hizo caso del toque a rebato y dijo no a la reforma. Algunos dirán que fue precisamente por haber anunciado ya su marcha por lo que se atrevió a hacerlo. Yo estoy seguro de que no es así. Estoy seguro de que, muy al contrario, se va para no tener que hacer estas cosas.
Lo de sus compañeros de grupo es más difícil de explicar. Son conscientes de que lo que se les viene encima con las próximas elecciones es una especie de ERE en el que aún está por fijar el porcentaje de ellos que irá a la calle y, como pasa en las empresas, tragan y tragan, con la vaga esperanza de estar en la nómina de los que se quedan. No hay que olvidar que ese "fino pensador" que es Alfonso Guerra, el José Blanco de Felipe González, dejó grabado a fuego en el cerebro de sus señorías socialistas aquello de que "el que se mueve no sale en la foto".
Lo que olvidan sus señorías -y no deben hacerlo- es que, al final, algunas fotos no llegan a revelarse porque así lo quieren los ciudadanos. Lo que parecen querer ignorar es que, con ésta y otras actitudes similares, están dejando la cámara sin película o, si lo preferís, sin memoria y, al final, no va a haber foto en la que quepan todos.
Pero, volviendo al origen del asunto, lo que más me escuece es que nadie se haya tomado la molestia de explicarme qué ganará la economía española con este dogal al cuello. Mientras tanto, para la reforma de la política fiscal que impida que los ricos muy ricos se vayan de rositas parece no haber prisa,
Me duele llegar a pensarlo, pero me temo que a Zapatero le faltaba un hervor. Lo malo es que lo otro, el gobierno del PP, que ya parece inevitable, sí que va a ser crudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario