lunes, 25 de julio de 2011

¿Y A LOS SASTRES POR QUÉ?



Andamos ahora especulando sobre la salud mental de ese monstruo rubio y educado que el pasado viernes acabó fríamente con la vida de noventa y tres personas en Noruega. Andamos pendientes de lo que ya hemos decidido que son delirios y no parecen preocuparnos su entorno ni la enfermedad de una sociedad que hace posibles fenómenos como éste.
¿Quién es Breivik? ¿De dónde ha salido ese monstruo? De haber vivido ese arcángel rubio en España, a estas alturas ya sabríamos todo de él. Pero, siendo noruego, la discreción policial sólo nos ha permitido saber que es hijo de familia acomodada -al parecer su padre es un diplomático con el que no habla desde que tenía 17 años- y que era residente en el barrio rico de Oslo. El resto lo conocemos gracias a su abogado, especializado en la defensa de ultraderechistas, que se ha encargado de dar una imagen fría y sosegada de su cliente, y gracias a las huellas dejadas que Breivik ha venido dejando en Internet.
A estas alturas y después de largos interrogatorios parece que Breivik tiene, o al menos tenía según su abogado, la intención de aprovechar su comparecencia ante el juez para justificar una atrocidad de la que no se siente culpable. Espero que, en la medida de lo posible, los medios de comunicación no se conviertan en altavoz del pensamiento de un tipejo que, para hacer lo que ha hecho, se miró en el espejo de personajes tan siniestros como "unabomber", el siniestro terrorista norteamericano, o los violentos grupos neonazis de la Europa más blanca. Cualquier explicación que se quiera dar a las matanzas, más allá de su ideología ultraderechista, su cristianismo excluyente o su odio a quienes buscan la oportunidad de una vida mejor en la Europa acomodada, será nefasta. Cualquier sentimiento, más allá de ese odio excluyente, que alguien sea capaz de encontrar en esa alimaña, será perjudicial para el futuro de una sociedad más justa.
Breivik se entregó a la caza de todos esos jóvenes socialistas porque veía en ellos el futuro y la fuerza de quienes creen y defienden que todos somos iguales. Porque ese era su verdadero objetivo, el de castigar y exterminar a quienes se oponen a le extensión del fácil sueño xenófobo, tan asequible desde los prejuicios y la soberbia. Porque lo difícil es resistirse a él.
De todo lo que he leído acerca de las matanzas del viernes en Noruega, lo más desconcertante, lo más terrible es la reacción del taxista que le llevó desde su granja al barrio gubernamental de Oslo, que le llama "bastardo" porque mató a jóvenes blancos y noruegos y se pregunta por qué no mató a jóvenes musulmanes o negros, si el objeto de su odio era el islamismo.
Terrible lógica, la de este taxista, demasiado extendida que recuerda a la del protagonista de ese chiste en el que, al saber que hay quien opina que habría que exterminar a los judíos y a los sastres, se pregunta ¿Y a los sastres por qué?

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