Me revienta sobremanera observar con qué naturalidad asume la iglesia católica la propiedad de todos los bienes materiales de los que se han servido a lo largo de los siglos para, a cuenta de la parcelita en el cielo de poderosos y no tan poderosos, engrandecer su magisterio y, sobre todo, su patrimonio. Y si me revienta es porque lo hace con tanta avidez y codicia como miserablemente actúa luego con ellos. La iglesia católica ha buscado siempre tener y tener. No hay más que tomar conciencia de cuántas escrituras de propiedad han pasado por el lecho de moribundos a los que en tal trance todo les sobra y eligen emprender el viaje ligeros de equipaje, pero con las llaves del cielo en el bolsillo. Pues bien. A la iglesia católica no sólo le basta con acaparar todas esas riquezas terrenales. También quiere que su mantenimiento le salga gratis.
¿Cuántas iglesias, ermitas o viviendas para los sacerdotes se habrán construido y se mantienen siglo tras siglo con las aportaciones más o menos obligadas? No hay que olvidar que la presión y el control social siempre han pesado mucho en este país y que el primer consejo que da una madre a sus hijos es el de no señalarse, aunque el de la mía, como podéis ver, haya caído en barbecho.
Todo esto viene a cuento del reportaje que hoy firma en las páginas de Sociedad de EL PAÍS Carmen Morán. Un reportaje en el que se da cuenta del proceso emprendido por las autoridades eclesiásticas españolas para escriturar a su nombre -inmatricular en lenguaje legal, que no justo- todos los edificios y terrenos de los que ha estado haciendo uso, la mayoría cedidos por los municipios, en silencio y de una manera taimada, porque, señores, en este estado aconfesional que dicen que es España, se confiere a los curas una calidad de funcionarios que para sí quisieran algunos funcionarios de carrera.
Lo más grave del asunto es que en la mayoría de los pueblos se están pagando las reparaciones y los servicios, agua y luz, de esos edificios creyendo que son propiedad del municipio, cuando, en realidad, llevan años escriturados a nombre de la iglesia católica.
Es el viejo conflicto entre el poder terrenal y el espiritual. Es el Señor Don Santiago asomándose al lecho de Carlomagno que aparece en el vergonzantemente desaparecido Códice Calixtino. Por cierto ¿dónde están todos aquellos que reclamaron y obtuvieron la dimisión de Rosa Regás por el robo de grabados de la Biblioteca Nacional? ¿No van a pedir la del deán o la del arzobispo de Santiago? Ya están tardando.
Por cierto, ya queda menso para la llegada a España de quien yo creía monarca vaticano y resulta ser el casero que viene a España a pasar revista y con los gastos pagados.
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