Lo sé por experiencia, porque, para poder leer, necesito de lupas y otros artilugios, soy consciente de que, cuando se agranda en exceso el detalle -y yo necesito hacerlo-, se pierde perspectiva y acaba por aislarse ese detalle del resto de la realidad. Lo digo porque andamos entretenidos con la "tarta" que ayer trataron de plantarle a Murdoch en la cara y enredados en los trajes de Camps casi tanto como él, cuando de lo que deberíamos preocuparnos es de un señor de ochenta y tantos años, dueño de un imperio de la comunicación, que desprecia el poder porque lleva años jugueteando con él. Aquí en España, lo que debería preocuparnos es la falta de decencia que exhiben personajes como Camps, que se sienten seguros e inmunes ante la justicia, porque se saben dueños del control de los medios de comunicación y, con él, del de la opinión de los ciudadanos y su comportamiento en las urnas, y se permiten, por ello, jugar con y desde el poder.
No sé qué o quién llevó al actor Jonnie Marbles, pero está claro que sabía que la rotundidez de las imágenes saturaría los sentidos de una gran parte de los espectadores, bloqueando la entrada de datos más complejos como el contenido de la declaración de los Murdoch y su ambición pelirroja.
Con el asunto de los trajes de Camps nos ocurre algo parecido. Llevamos meses enredados en el dilema de si el presidente valenciano paga o no sus trajes. Sólo muy de vez en cuando se alude a Francisco Correa y su trama, a los negocios que este privilegiado contratista del PP hizo con el gobierno de la comunidad valenciana y a la relación del tal Correa con la estructura de financiación del Partido Popular.
Cuando saltó el escándalo News of the World, Murdoch movió ficha cerrando el periódico de mayor venta en el Reino Unido, sacrificando la reina de su tablero, para salvar su corona de rey. Aquí en España, Rajoy parece pretender que Camps se inmole como la vistosa falla en que se ha convertido, para que la gente deje de pensar en ella y caiga en la cuenta de por qué y para qué Correa le pagaba los trajes. Pero no es lo mismo contratar a un actor, si es que Marbles trabajó ayer por cuenta ajena, que pedir a todo un presidente de comunidad que admita haber mentido y cuelgue de su expediente judicial unos bonitos antecedentes que, si deja de ir bien la farmacia de su esposa o su matrimonio, le impedirían, por ejemplo, contar sus males al volante de un taxi.
En la sociedad mediática en la que vivimos, todo se estudia y se mide a través del visor de una cámara, todo se presupuesta, poniendo en la columna del debe la honradez y la decencia y en la del haber los ejemplares vendidos, los espectadores hipnotizados por nuestra basura, o los votos que se ganan o se pierden por determinados pecados.
Murdoch ve en peligro su imperio televisivo por el escandaloso hacinamiento en que ha vivido News of the World con detectives "huelebraguetas", policías y políticos británicos. Aquí en España, el PP que tanto sabe de sacrificar el voto en determinadas circunscripciones para crecer electoralmente en el resto de país, acaba de caer en la cuenta de que Camps, que es bueno para los valencianos, de moral un tanto distraída, se está convirtiendo en un lastre para conseguir el voto del resto de los españoles.
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