Acabo de escuchar a la vicepresidenta Salgado referirse al acuerdo alcanzado ayer en Bruselas como un grueso muro que nos defenderá de las agencias de calificación de riesgo. No es una mala metáfora si consideramos que es el grosor de los muros y no los materiales de que están construidos o el lugar en que se colocan lo que determina su resistencia.
Sin embargo, lo que resulta evidente es que hubiese resultado más eficaz haber construido el muro de este grosor hace ya muchos meses, cuando el agua aún no nos llegaba a los tobillos, evitando así que la fuerza de la corriente se llevase la argamasa que poníamos en él y gran parte del terreno que pretendíamos salvar.
Es lo que pasa cuando se construye con racanería. Al final lo que construimos no tiene la resistencia requerida y tenemos que pagar dos obras: la primera, ineficaz y mal resuelta, y la de ahora, más difícil de llevar a cabo y más cara.
No es mala la metáfora de la ministra de Economía, porque ese conjunto de especuladores que hemos dado en llamar mercados, pese a que los especuladores son sólo una parte de los actores y no todo el escenario, se comporta como una riada en la que el agua mansa que constituyen individualmente los fondos de pensiones o el dinero que pedimos al banco que nos coloque a este o aquel interés, cuando cae en manos de, ahora sí, los malvados especuladores, se transforma en ese torrente que, al encontrar sacos terreros en el boquete de Grecia, busca otras grietas en Irlanda, Portugal, España o Italia, por las que aflorar con violencia.
Algo así es lo que viene ocurriendo desde hace dos años y ni siquiera sé si la de ayer será la solución definitiva. Ojalá sea así y las cucarachas que son las agencias de "rating" se ahoguen en el agua mansa de un euro unido y fuerte y no sigan buscando agujeros por los que pasar al otro lado, agujeros por los que les seguiría el torrente. Y es que las agencias, por seguir con las metáforas, son como esas cucarachas que, de repente, aparecen una noche en nuestras cocinas y nos vuelven aprensivos para siempre. Y no quiero contaros en que nos convierte si el que ve la cucaracha en nuestra cocina es de fuera de casa.
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