martes, 26 de julio de 2011

AMIGUETES



Es una lástima que así sea, pero mucho me temo que esa chulesca afirmación de "A mí que no me den, que me pongan donde haya" es una verdad a medias, porque la mejor situación, al menos por lo que estamos viendo aquí en España, no es ni una cosa ni la otra. La situación ideal es, por lo visto, la de que a uno le pongan donde haya amigos que le den o, en su defecto, donde pueda nombrarlos consejeros de una caja.
Uno pensaba que las cajas de ahorros, por ser más cercanas y por tener "obra social" eran el lugar ideal para poner nuestro escaso dinero. En mi caso, además, se da la circunstancia de que gracias a las becas de dos cajas mi hija y yo tuvimos nuestra primera oportunidad laboral, la viaja Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid en mi caso y la Caixa, en el de mi hija.
Lamentablemente, desde hace unos años, que, sospechosamente, coinciden con los que llevamos viviendo en el Estado de las Autonomías, no necesariamente por ello, las cajas de ahorro sumaron a esos atractivos el de ser, como algunos clubes de fútbol, una especie de estandarte o banderín de enganche, si no del nacionalismo, sí del más rancio de los localismos, hasta el punto de que alguna de ellas se define como "la nuestra" o construye su imagen de marca con símbolos tan "de la tierra" como el oso de Cajamadrid, pese a que en Madrid en los últimos años apenas hubo más osos que los de la deprimente Casa de Fieras del Retiro.
Y ya sabéis lo que pasa cuando, ante los ojos de las gentes de alma sencilla, se agita el capote de "lo de aquí". Lo que pasa es que, como las madres o las abuelas, tienden a ver y agrandar las virtudes y a ignorar los defectos. Algo que conocen y han aprovechado manirrotos y chorizos de cuello duro, que, amparados en las siglas de un partido o en "amistades peligrosas" han hecho y deshecho a su antojo, dando la espalda a los intereses que, según la filosofía de la institución, debieran defender y, mucho peor, los de los impositores.
Hay casos extremos y los hay en todas partes. Está el de Cajasur, en el que los saqueadores vestían sotana, el de Caja Castilla La Mancha, que, a base de proyectos delirante, inversiones ruinosas en el sector del ladrillo y escandalosas prebendas para los gestores, acabó con la carrera de Hernández Moltó y con la mítica hegemonía socialista en Castilla La Mancha. Y está, ahora, la escandalosa gestión de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, la CAM, intervenida o, lo que es lo mismo, nacionalizada temporalmente por la penosa situación de sus cuentas tras prácticas tan "peregrinas" como las de que, ya en plena crisis, sus consejeros concediesen, para sí y para sus "amiguetes", substanciosos créditos "blandos" para negocios "muy" particulares. Y eso, mientras se negaba el crédito a empresas en peligro. O sea, lo de siempre: mucho amiguismo, mucha recalificación especulativa y mucha información privilegiada, para conseguir eso que, si no inventado, sí lo hemos bautizado como "pelotazo". Eso, por no hablar de los créditos con que una y otra vez se han mitigado los resultados de la mala gestión de la Generalitat de Valencia, dirigida por los mentores de la cúpula de la CAM.
Así pasa que, al final, cuando el ex presidente Camps necesita un aval para la fianza de 55.000 euros fijada para él ante el juicio "de los trajes", tiene que ser Bankia -antes Cajamadrid- quien se lo facilite.
En fin, amiguetes.
Así pasa que, al

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