Decir que el final estaba escrito puede parecer ahora
prepotente, pero estaba tan claro que, si no esta historia, sí este capítulo,
no podía acabar de otra manera. Entre otras cosas, porque Artur Mas no ha ido
en ningún momento con la verdad por delante, lo que en ningún modo quiere
decir, al menos por mi parte, que no existan las aspiraciones soberanistas en
Cataluña, que las hay y muy arraigadas. Lo que ocurre es que Mas no ha sido en
absoluto sincero, porque se ha escondido tras ese sentimiento como el asediado
que era ya en la anterior legislatura, cuando comenzó a utilizar la bandera de
la independencia como señuelo detrás del que esconder el tremendo recorte
emprendido en el estado de bienestar en Cataluña, anterior incluso al que
padecemos el resto de los españoles.
Ese ha sido el gran pecado de Mas, el de esconder sus
propias miserias y las de su partido, acosado por la corrupción,
institucionalizada como casi todas las corrupciones, bajo promesas imposibles
que, como anoche pudimos comprobar, va a volverse contra él, si, con suerte, no
se vuelve contra todos los catalanes. Ahora, cuando finalmente ha llegado al
punto en que, como el mal estudiante que, tras toda una serie de mentiras y
evasivas, tiene que entregar el boletín de notas plagado de suspensos.
Artur Mas ha suspendido. Lo que no sé es, no ya si va a
tener que repetir curso, sino si tan siquiera le van a dejar hacerlo, porque,
en mi opinión, ha estado alimentando el fogón de la locomotora de un tren
lanzado contra una montaña, con la esperanza de que un cambio de agujas de
última hora evitase el choque o de que, en todo, caso le diese tiempo a saltar
en marcha. Lo malo es que había invitado a demasiada gente a subir a la
locomotora y ni el gesto cobarde de ponerse sólo él a salvo es ya posible.
Mas ha querido utilizar todo y a todos para salvarse y, al
final, al menos eso pienso yo, lo ha perdido todo. Y es que Esquerra, a la que
le encanta quedarse en la retaguardia, ha sido la que ha dado a una CiU
dividida y en descomposición el apoyo necesario para esta aventura, forzando a
que el resto de fuerzas soberanistas se sumasen a unos acuerdos incómodos por
inviables, dando lugar a la paradoja de que el presunto timonel de la travesía
haya tenido siempre las manos atadas.
No sé si Mas albergó alguna vez la esperanza de convertirse
en el presidente que consiguiese llevar la independencia a Cataluña. Quizá sólo
quiso ser otro Pujol que, a base de amagos, consiguiera alguna que otra ventaja
para Cataluña. Pero los tiempos no eran los mejores. Hasta el punto de que el
cambio de cromos era imposible, al coincidir las fechas de lo que han venido en
llamar "el proceso" con los preámbulos de las elecciones autonómicas
en todo el territorio, con lo que ello conllevaría de agravio comparativo.
Ahora Mas ha tenido que renunciar a convocar la consulta y
tiene que explicarlo. Lo hará en minutos y lo va a tener difícil, porque, al
parecer, ni siquiera tiene previsto adelantar las elecciones, entre otras cosas
porque para su coalición, si es que vuelve a acudir como tal a las urnas,
serían un desastre.
La ganadora sería ERC, pero tendría que gobernar y eso, a
quienes tienen más de Pepito Grillo que de hormiga, no os creáis que les gusta
mucho. Cabe la esperanza de que el PSC salga del agujero y de que se refuerce
la izquierda emergente, con lo cual, esos perversos matas electorales en que
hemos vivido hasta ahora habrían cambiado.
En resumen Mas ha perdido y ha llevado a la derrota a tantos
y tantos catalanes ilusionados con poder decidir su futuro. Mas ha perdido y quienes
han ganado han sido Esquerra Republicana de Catalunya y, sobre todo, Mariano
Rajoy que, como buen camaleón que es, ha permanecido inmóvil, esperando la
oportunidad de lanzar su pegajosa lengua para cobrarse la presa.
Y, mientras escribo esto, el prestidigitador Mas anuncia que
va a mantener la consulta el nueve de noviembre, transformándola en una especie
de mascarada nada diferente de anteriores consultas convocadas ya en Cataluña,
transformando lo que iba a ser un referéndum con garantías en poco más que una
encuesta voluntaria y presencial en locales y con censos no válidos legalmente
para nada. Pero una consulta en la que yo participaría de vivir en Cataluña,
pero que, en absoluto, es la promesa a la que se había comprometido y se
convierte en ese boleto de la tómbola que te invita a seguir jugando.
En fin, lo que decía al principio, Mas es menos y, desde
hace unos minutos, patético y ridículo.
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1 comentario:
Lo malo de los faroles es que hay que saber cuando dejarlo.... cuando tienes todo tu resto sobre la mesa, hasta las llaves del piso y el coche, y apenas tienes una doble pareja en las manos o aguantas y pierdes con dignidad o tenías que haber pasado en el juego hace mucho...... Ahora los que le dieron lo que tenían para jugar esa mano están que trinan..... Artur, tú como el Capitán Arana, que al final después de embarcar a toda la tripulación se quedó en tierra....
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