jueves, 23 de octubre de 2014

MÁS QUE HASTÍO



Si ayer me felicitaba por la buena noticia de la exitosa recuperación de Teresa Romero en manos de sus compañeros del Carlos III, hoy no tengo más remedio que manifestar el enorme asco con que me toca asomarme cada mañana a la hedionda actualidad política que, desde hace ya demasiado tiempo, es una sucesión de actos delictivos que, de política, sólo tiene la actividad, digamos "profesional", de los presuntos delincuentes. Lo miremos por donde lo miremos, aquí o en Cataluña, en la izquierda o en la derecha, encontramos demasiados ventajistas, conseguidores o parásitos que han encontrado en la actividad política su modo de enriquecerse a costa del saqueo de lo que debería ser de todos.
La última de estas noticias, aún viva mientras escribo esto, es el registro ordenado por el juez Pedraz de la Audiencia Nacional del despacho de Oleguer Pujol, el menor delos hijos de Jordi Pujol y Marta Ferrusola y, presuntamente, "tesorero" del botín conseguido por "la familia" en los veintitrés años de saqueo, perdón, quise decir gobierno, del ya nada honorable president Pujol.
El registro de los despachos de Oleguer Pujol en Barcelona y otras ciudades españolas ha sucedido en unas horas al conocimiento de que su hermano Jordi transfirió, cuando ya estaba imputado, casi dos millones y medio de euros desde paraísos fiscales a México, en ese baile de cuentas al que tan dados son los delincuentes económicos para borrar el rastro de sus fechorías, fechorías que poco a poco van conociéndose, pero que, al parecer, se cometieron ante las narices de una sociedad confiada y, lo que es peor, las de una prensa que, salvo excepciones, miraba para otro lado.
Eso en cuanto a Cataluña y referido sólo a una familia ¿o a un partido? pero, por desgracia, extensible a todo el territorio y, por qué no, a todos o casi todos los partidos. Y hablando de partidos, y mucho me temo que únicamente porque es el que más poder ha tenido durante más tiempo, hay que hacer un punto y aparte para abrir un capítulo especial al PP, que ha sido capaz de llevar a la quiebra a más de una comunidad autónoma, mientras sus gestores se llenaban los bolsillos y sus casas, como si de una cenicienta se tratase, pasaban de pisos a palacios y sus coches de utilitarios a "alta gama".
Hoy, por ejemplo, el diario Público analiza uno de los gobiernos de Aznar, el penúltimo, y sobre la foto oficial nos demuestra que el 75% de sus integrantes, uno de cada cuatro, cobraron sobresueldos, están imputados o duermen en la cárcel, todo un récord, triste, muy triste, y más, si caemos en la cuenta de que entre ellos está Mariano Rajoy, que hoy preside el gobierno de España. El gobierno con el que la trama Gürtel ha alcanzado su máxima expresión, el del rescate bancario, el de los recortes, el paro, los empleos de mierda -sí de mierda- los desahucios,  las preferentes y las tarjetas opacas. Y, como sé que me diréis que mucho de esto que enumero viene de antes, de la etapa socialista, me adelanto a daros la razón, porque las aguas negras de las cloacas de la política han llegado a todos los portales y han engorrinado los pasados más honrados.
Es muy triste tener que decirlo, pero no por callarlo va a dejar de ser cierto, Como es triste que las buenas noticias apenas nos llenen de luz unas horas y que las malas se vayan superponiendo unas a otras a la velocidad con que nuestra riqueza pasa a los bolsillos de toda esta gente y de sus bolsillos a paraísos fiscales, desde los que servirá para acosar cuando convenga a nuestra propia economía.
España ya no es el país que un día soñamos, nuestros hijos no tendrán ya el puesto de trabajo y la vida dignos que les soñamos. Porque, cuando, como hoy, recibimos una buena noticia como la de la "buena" EPA del trimestre está llena de letra pequeña que habla de salarios de miseria y empleos a tiempo parcial. Y, mientras tanto, los responsables de tanto desmán y tanta desgracia, mienten como bellacos, lo que son, al juez que trata de esclarecer sus tropelías. Y qué triste es un país en el que no queda más remedio que confiar, y no siempre, en los jueces.
Supongo que entenderéis porque me cuesta cada vez más escribir estas líneas. Simplemente, porque lo que siento es ya más que hastío.



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