Si ayer me felicitaba por la buena noticia de la exitosa
recuperación de Teresa Romero en manos de sus compañeros del Carlos III, hoy no
tengo más remedio que manifestar el enorme asco con que me toca asomarme cada
mañana a la hedionda actualidad política que, desde hace ya demasiado tiempo,
es una sucesión de actos delictivos que, de política, sólo tiene la actividad,
digamos "profesional", de los presuntos delincuentes. Lo miremos por
donde lo miremos, aquí o en Cataluña, en la izquierda o en la derecha,
encontramos demasiados ventajistas, conseguidores o parásitos que han encontrado
en la actividad política su modo de enriquecerse a costa del saqueo de lo que
debería ser de todos.
La última de estas noticias, aún viva mientras escribo esto,
es el registro ordenado por el juez Pedraz de la Audiencia Nacional del
despacho de Oleguer Pujol, el menor delos hijos de Jordi Pujol y Marta
Ferrusola y, presuntamente, "tesorero" del botín conseguido por
"la familia" en los veintitrés años de saqueo, perdón, quise decir
gobierno, del ya nada honorable president Pujol.
El registro de los despachos de Oleguer Pujol en Barcelona y
otras ciudades españolas ha sucedido en unas horas al conocimiento de que su
hermano Jordi transfirió, cuando ya estaba imputado, casi dos millones y medio
de euros desde paraísos fiscales a México, en ese baile de cuentas al que tan
dados son los delincuentes económicos para borrar el rastro de sus fechorías,
fechorías que poco a poco van conociéndose, pero que, al parecer, se cometieron
ante las narices de una sociedad confiada y, lo que es peor, las de una prensa
que, salvo excepciones, miraba para otro lado.
Eso en cuanto a Cataluña y referido sólo a una familia ¿o a
un partido? pero, por desgracia, extensible a todo el territorio y, por qué no,
a todos o casi todos los partidos. Y hablando de partidos, y mucho me temo que
únicamente porque es el que más poder ha tenido durante más tiempo, hay que
hacer un punto y aparte para abrir un capítulo especial al PP, que ha sido
capaz de llevar a la quiebra a más de una comunidad autónoma, mientras sus
gestores se llenaban los bolsillos y sus casas, como si de una cenicienta se
tratase, pasaban de pisos a palacios y sus coches de utilitarios a "alta
gama".
Hoy, por ejemplo, el diario Público analiza uno de los gobiernos de Aznar,
el penúltimo, y sobre la foto oficial nos demuestra que el 75% de sus
integrantes, uno de cada cuatro, cobraron sobresueldos, están
imputados o duermen en la cárcel, todo un récord, triste, muy triste, y más, si
caemos en la cuenta de que entre ellos está Mariano Rajoy, que hoy preside el
gobierno de España. El gobierno con el que la trama Gürtel ha alcanzado su
máxima expresión, el del rescate bancario, el de los recortes, el paro, los
empleos de mierda -sí de mierda- los desahucios, las preferentes y las
tarjetas opacas. Y, como sé que me diréis que mucho de esto que enumero viene
de antes, de la etapa socialista, me adelanto a daros la razón, porque las
aguas negras de las cloacas de la política han llegado a todos los portales y
han engorrinado los pasados más honrados.
Es muy triste tener que decirlo, pero no por callarlo va a
dejar de ser cierto, Como es triste que las buenas noticias apenas nos llenen
de luz unas horas y que las malas se vayan superponiendo unas a otras a la
velocidad con que nuestra riqueza pasa a los bolsillos de toda esta gente y de
sus bolsillos a paraísos fiscales, desde los que servirá para acosar cuando
convenga a nuestra propia economía.
España ya no es el país que un día soñamos, nuestros hijos
no tendrán ya el puesto de trabajo y la vida dignos que les soñamos. Porque,
cuando, como hoy, recibimos una buena noticia como la de la "buena"
EPA del trimestre está llena de letra pequeña que habla de salarios de miseria
y empleos a tiempo parcial. Y, mientras tanto, los responsables de tanto desmán
y tanta desgracia, mienten como bellacos, lo que son, al juez que trata de
esclarecer sus tropelías. Y qué triste es un país en el que no queda más remedio que confiar, y no siempre, en los jueces.
Supongo que entenderéis porque me cuesta cada vez más escribir
estas líneas. Simplemente, porque lo que siento es ya más que hastío.
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