No creo que haya un sólo votante del PSOE y menos si estaba
afectado por un desahucio o por la estafa de las preferentes que no torciese en
gesto al escuchar a los diputados que había elegido con su voto hablar de la
inseguridad jurídica que provocaría paralizar los desahucios o al comisario de
Economía de la UE, Joaquín Almunia, hablar de la quita con que los afectados de
las preferentes tendrían que pagar su codicia. Cómo no iban a hacerlo, si ellos
o su partido estaban enganchados a la teta de una entidad que maquillaban con
su presencia en los consejos de administración, pero que, en realidad, no era
más que una cueva de ladrones que acabó con lo que nosotros creíamos una banca
justa, a salvo de la codicia.
Y qué decir de las tibias reacciones de los sindicatos, si
es que las hubo, a las sospechosas maniobras de la cúpula de la caja, alocadas
y suicidas, mientras esos mismos pájaros se fijaban sueldos, bonus y pensiones
escandalosas. Poco a poco lo vamos entendiendo todo, con la melancolía del
enamorado que ha sido engañado o con la violencia del cornudo iracundo. Poco a
poco nos vamos dando cuenta de que ese silencio, esa tibieza o esas
sorprendentes reacciones tenían un precio que unos, los gestores de la caja
pagaban, con nuestro dinero, eso sí, y otros, los consejeros en representación
de partidos y sindicatos, cobraban sin el menor rubor para vergüenza y cabreo
de quienes alguna vez creímos en ellos.
Hoy hemos sabido por EL
PAÍS que Caja Madrid estaba comprando el silencio de PP, PSOE y, ojo,
también IU, aportando un millón de euros anuales a las fundaciones de cada una
de las formaciones, esas mismas que se utilizan para cobrar "impuestos revolucionarios"
y pagar, con colaboraciones en publicaciones o bolos y conferencias, pagados a
precios desorbitados, las correspondientes coimas a quienes se mostrasen
dispuestos a alquilar su voz y su conciencia a los intereses de cada partido.
Algo que, para aquellos que quisiesen verlo, flotaba en el aire, porque a
nadie, salvo a quienes iban sobrados de ego o de ambición, podía parecer normal
ni, mucho menos, justo.
Desde que saltó el escándalo, nos hemos enterado con detalle
de las cantidades que han gastado todos y cada uno de los consejeros
"comprados". Así hemos sabido que algunos, los menos y que se pueden
contar con los dedos de una mano, no hicieron gasto con esas siniestras
tarjetas o, si es que llegaron a hacerlo, resultó ridículo frente al de sus
compañeros de consejo. Pero, aun así, pese a parecer tontos u honrados, tampoco
dejan de ser culpables, porque tenían en su mano o, mejor dicho, en su bolsillo
la prueba fundamental de un soberano escándalo que, pese a que "sólo"
ha supuesto quince millones de euros, ha sido la llave con la que los cuarenta
ladrones abrieron, para saquearla la cueva del tesoro de Caja Madrid.
Pero no pensemos que ya lo sabemos todo de este asunto, aún
quedan por aflorar otros flecos de este asunto, otros procedimientos, mediante
los cuales se ponía a buen recaudo la somnolienta conciencia de todos estos
consejeros y algún que otro vocal, porque, si Blesa y compañía autorizaban
mediante una llamada o una firma créditos blandos o a interés cero a amigos sin
relación con la caja, qué no iba a hacer con estos consejeros de cuyos votos
dependía sacar adelante sus planes.
Una vergüenza. Sobre todo, pensando en quienes han perdido
su casa por no haber podido cumplir las condiciones firmadas en su hipoteca en
un periodo de euforia económica ante quienes nunca les advirtieron de esas cláusulas
ocultas en la letra pequeña, tan abusivas como la usura, que han acabado por
dejarles en la calle. Ellos están pagando la crisis y otros han vendido a buen
precio sus silencio para hacerlo posible. Ahora, todo cuadra.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario