Una tomadura de pelo. No se me ocurre otra expresión para
describir la actitud que mantuvieron ayer ante el juez Andreu Rodrigo Rato y
Miguel Blesa, los últimos presidentes y, en palabras que todo el mundo
entienda, saqueadores de Caja Madrid, Descarada tomadura de pelo, entre otras
cosas, porque su actitud fue poco menos que un insulto para la Justicia y para
el propio juez, porque cómo pueden pretender que se les crea cuando aseguran
que no sabían nada del funcionamiento de unas tarjetas a las que cargaban en un
día lo que algunos afortunados ganan en un mes.
Eso y tratar de mantener que, habiendo sido inspector de
Hacienda por oposición, Miguel Blesa, y vicepresidente para asuntos económicos,
que no económico, el otro, que no sabían que todo lo que dilapidaban con ellas
era opaco al fisco, revelan una actitud que sólo pueden mantener quienes lo
tienen todo perdido o, por el contrario, están seguros de que no les va a
ocurrir nada, porque tienen las espaldas cubiertas por lo que saben o los
favores debidos.
Me hubiese gustado estar presente en las declaraciones de
ayer para no perderme la expresión y el tono de estos señores que han hecho y
desecho a su antojo, que han gobernado como un cortijo una institución saneada
y respetable que, tras pasar por sus manos, quedó convertida en una piltrafa
que sólo causó ruina y dolor en la mayoría de sus clientes, especialmente en
los más humildes. Hubiese dado lo que fuese por comprobar si les temblaba la
voz o, por el contrario, se les escapaba la risa; si miraban a los ojos a los
jueces, el fiscal o los abogados o, como hizo Rato horas antes con la prensa,
se limitaban a mirar para otro lado y a dar mecánicamente las gracias como
respuesta a cada una de las preguntas.
Se ve a las claras que estos señores no están acostumbrados
al riesgo, se nota que siempre han estado respaldados por sus amigos, esos que
ponen a su disposición el consulado de España en Londres, que no es del cónsul
sino de todos los españoles, o por su partido y la prensa fiel a su partido,
como es el caso de Rato, quizá porque le temen más que le respetan, porque de
todos es conocida la mala leche y la soberbia del ex ministro, heredada tal vez
de su padre, que no querrá caer solo y tratará de arrastrar en su caída a los
falsos amigos, se conveniencia, y a tantos enemigos como ha dejado en su
partido y fuera de él.
De aquí a cinco días, tres hábiles, tienen que aportar
sendas fianzas millonarias fijadas, supongo, en función del daño patrimonial
que produjo en la caja la desleal administración que hicieron de los bienes de
la misma, con el truculento asunto de las tarjetas. Diecinueve millones de
euros, dieciséis a Blesa y tres a Rato, cantidades que a ti y a mí nos haría
salir el corazón por la boca, pero que para ellos, estoy seguro apenas les
producirán la molestia de hacer inventario y asignar los bienes precisos para
constituirías.
Supongo la decisión del juez Andreu habrá causado tanta
satisfacción en la gente de buena fe como la que ha causado en mí, pero no hay
que olvidar que este es sólo un paso, el primero, pero sólo uno, que se ha
podido dar gracias al tesón de iniciativas como "15.M para Rato" que
han conseguido lo que la fiscalía, que debería ser de todos, no hizo de oficio.
Soy capaz de imaginar también el susto que tendrán ahora en el cuerpo estos dos
señores, acostumbrados al oropel y al "si señor", después de comprobar
que su intento de tomar el pelo al juez no ha llegado, de momento, muy lejos.
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