viernes, 24 de octubre de 2014

POR QUÉ TANTO MIEDO


Ayer, en un reencuentro con viejos amigos y compañeros, hubo tiempo para charlar de muchas cosas y, claro está, también de corrupción y de política. Y, sorprendentemente, hubo más unanimidad en el diagnóstico de la primera que sobre el tratamiento que hay que aplicar a la política para que deje de manifestarse el preocupante síntoma que es la corrupción.
Noté, fundamentalmente, miedo a lo desconocido, pánico a perder el control, a pesar de que nada hay más descontrolado que el sistema de partidos en España, en el que la democracia interna ni siquiera es un objetivo y de que, para nuestra desgracia, se ha demostrado que los partidos políticos españoles, al menos los dos que más tiempo han gobernado en uno u otro ámbito de poder, mantienen soterrada gran parte de su actividad, especialmente la que tiene que ver con su sostenimiento económico.
La verdad es que ese miedo o, mejor, dejémoslo en desconfianza o simple preocupación dirigidas a la incógnita que puede abrir, que de hecho abre, Podemos en el poder o como contrapeso del poder. Ya en casa me di cuenta que gran parte del que durante años había sido voto útil, el apoyo más o menos crítico a partidos que ya comenzaban a dejarnos ver sus miserias, se está convirtiendo en un voto miedoso que prefiere encomendarse a la virgencita y quedarse como está, antes que dar el salto en el vacío que podría llevarle hacia adelante, pero que temen que acabe en catástrofe.
Yo que, como no podía ser de otra forma, también desconfío de las personas y de los, por desgracia  necesarios, liderazgos fuertes, creo haber encontrado la manera de justificar ahora un voto distinto que saque del barro en el que lleva años enfangada nuestra democracia. Y esa justificación, necesaria por otra parte para no caer en la melancolía, la encuentro en la convicción de que, si acabo votando al temido Podemos, no estaré votando exactamente a la anatemizada formación anti casta, sino que lo que estaré haciendo es votar a o con la gente, que vota a Podemos.
Me explico. Si lo hago es porque llevo años, demasiados, dando mi coto, sincero al principio, pero sólo útil en los últimos quince o veinte años, y porque aquel "he entendido el mensaje" del último Felipe González, vencedor por los pelos en las elecciones del 93, no pasó de mero recurso retórico que, inmediatamente, cayó en el olvido. Demasiados años esperando que el PSOE enderezase su camino y volviese a ser aquel partido ilusionante de los ochenta. Pero no. Todo fue en vano y no sólo dilapido la confianza que se le devolvió a zapatero, sino que, como a los viejos maniquíes comenzó a vérseles el relleno de paja bajo las costuras.
Por eso creo que, como a los niños desobedientes emberrinchados, sólo un shock descomunal, como sería un batacazo electoral aun mayor que el último, quizá el que le llevase a quedar como tercera fuerza o a sentir en la nuca el aliento de Podemos o de cualquier coalición que pueda formarse, le puede llevar  repensarse como partido al servicio de los votantes y no como la sociedad anónima que se sirve de los votantes en que se ha convertido.
Creo que esa es la única salida, si no queremos asistir a la lenta y triste desaparición del partido que más ilusionó a este país, sólo comparable a la triste decepción de los españoles. Por eso, a quienes ahora temen un cambio les digo ¿por qué tanto miedo? En cualquier caso, afortunadamente en seo consiste la democracia, detrás estaremos nosotros.



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1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay que desilusionarse amigo Javier. Si has votado a un partido ladrón y asesino como el PSOE de Felipe no veo inconveniente en votar a un partido sólo ladrón como el PSOE actual. Ánimo !!! ;-)