viernes, 3 de octubre de 2014

LIMPIEZA Y ENGRASE



No sé si las inmoralidades redescubierta y puestas sobre la mesa ayer por eldiario.es tienen o no calificación de delito, para eso están la fiscalía y las acusaciones particulares que planteen sus demandas ante los tribunales, pero yo, lego en estos asuntos, veo como mínimo delito fiscal por todo el dinero recibido y no declarado y otro de falsedad y estafa al haber "escondido" esos más de quince millones de euros en la contabilidad de la caja como errores informáticos. Espero por tanto que la fiscalía que, pese a que en uno de los correos de Blesa revelados -insisto- gracias al juez Elpidio Silva se hablaba de las tarjetas black como una parte de las gratificaciones, sólo quiso ver un delito contra la intimidad de Blesa y fue con el cuchillo entre los dientes a por el juez que, de momento, ha perdido su carrera.
No era la primera vez que se hablaba en la prensa de tan escandaloso asunto. Ya lo hizo EL PAÍS en los noventa gracias a una información de Francisco Mercado que probablemente no hubiese visto la luz años más tarde en un periódico acuciado por las deudas y los créditos de Prisa, que negociaba a la desesperada la refinanciación de su faraónica deuda. Pero, por aquel entonces a todos nos iba bien y nadie quiso profundizar en lo que a todas luces era un saqueo de las cuentas de Caja Madrid que más tarde, reconvertida en Bankia, nos ha costado a todos más de veintitrés mil millones de euros. 
A nadie pereció interesarle el asunto, claro, porque entonces, aunque aún no se hablaba de la casta, la había y muchos de los miembros de esa casta, en partidos y sindicatos, llevaban una tarjeta black en el bolsillo.
Ahora que todo o casi todo se sabe, cabe esperar que todos estos estafadores paguen sus culpas con algo más que la vergüenza, que, como todo el mundo sabe, en personas de moral tan distraída apenas dura lo que dura un sonrojo. Yo me inclinaría por hacer público todo lo que compraron y pagaron con nuestro dinero, sea lo que sea, y porque se obligue a todos estos inmorales a devolver todo lo gastado y a pagar las multas que correspondan al delito fiscal cometido al no haber declarado tan negros ingresos. Y no sólo eso. Ojalá se pudiesen investigar una por una todas las decisiones e que participaron los consejeros para hacerles responsables de todo el daño patrimonial producido en la caja a causa de decisiones adoptadas con sus votos.
Sé que eso que digo es soñar despierto, porque, a estas horas, sólo la responsables de la Fundación Caja Madrid, en el chasis después de la crisis, con muchas de sus bibliotecas y centros para mayores cerrados, ha dimitido por haber tenido una de esas tarjetas con la que realizo gastos por un importe que probablemente hubiese salvado alguno de esos centros hoy clausurados. También el gobierno de la Comunidad de Madrid ha cesado a su insolente director de Economía, Pablo Abejas, que, como consejero de Caja Madrid, disfrutó de las mieles dela tarjeta por un importe de doscientos cuarenta y seis mil euros y ha tenido el descaro de decir ahora que todo el mundo lo sabía, pero (nadie decía nada) porque "estamos en un teatro". Pues bien, este señor ha tenido que ser cesado, porque parecía dispuesto a seguir manejando los dineros de los madrileños, pese a haber sido  pillado en un asunto tan escandaloso.
Y hasta ahí llegan las consecuencias, porque el resto de beneficiarios, en la izquierda y en la derecha siguen impertérritos en sus cargos y callados como muertos, algo que no debe  resultarles muy difícil después de haber callado como callaron todo lo que vieron en los consejos de administración a los que pertenecieron. Sólo el secretario general de UGT Madrid, José Ricardo Martínez, se plantea dimitir de su cargo y se ha dado el fin de semana para pensárselo, pero no por vergüenza o por arrepentimiento, sino "porque hay una campaña contra el sindicato" y él no quiere perjudicarle. Curioso planteamiento por parte de quien parece pensar más en él y en su organización que en los cientos de miles de ciudadanos perjudicados por la ruinosa gestión de la caja de la que fue copartícipe.
En fin que tanta desvergüenza, tanto descaro y tan poca decencia no dicen mucho del sistema de representación en que hemos vivido hasta ahora. Un sistema adecuado en origen que todos estos señores han viciado, hasta el punto de hacerlo insoportable. Pero no por estos canallas tenemos que tirar por la borda aquello por lo que tantos lucharon con tanta generosidad. Tenemos que conjurarnos para limpiarle del moho y el óxido que lo recubre por culpa de todos estos chorizos que se han servido de nuestro abandono para infectarlo. Y tenemos que emplearnos a fondo para engrasar una máquina que pese a todo es lo mejor que tenemos.

Minutos después de colgar esta entrada, me entero de que José Ricardo Martínez UGT y Ángel Gómez del Pulgar, de la ejecutiva del PSM, han dimitido. Pues bien, si os digo la verdad, ya han tardado, porque la culpa de hoy es la misma que la de ayer.


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