Ayer nos enteramos de que casi un centenar de consejeros de
Caja Madrid y Bankia disfrutaban de tarjetas de crédito secretas, opacas al
fisco, con la que pagaban y compraban sin control alguno desde los trajes que
les permitían parecer decentes a la cesta compra semanal. Tarjetas que no
figuran en ningún asiento contable ni en contrato ni documento alguno, con las
que, además, podían obtener dinero de los cajeros automáticos, dinero sin
rastro, con el que podía pagarse cada cual sus vicios, sin tener que dar
cuentas ni explicaciones a nadie. Tarjetas que en manos de estos ochenta y
tantos consejeros inmorales, colocados para velar por el buen hacer de la
entidad, han comprado el silencio de estos miserables, mientras otros, los más
listos, las saqueaban ante sus ojos.
Estoy seguro de que tú también lo has pensado, seguro de
que, además de haberles dedicado algún insulto, qué menos, habrás llegado a la
conclusión de que el denostado Pablo Iglesias tiene toda la razón cuando habla
de la existencia de castas. To, ya lo he escrito, hubo un tiempo en que quise
o, mejor dicho, necesitaba creer que no era cierto, que unos y otros no eran
iguales, pero, a día de hoy, no tengo más remedio que dar la razón a Podemos y
concluir que unos y otros, todos, se protegen, callando las miserias del otro y
escondiéndose la mierda entre ellos. De ahí que resulte tan cierta la frase mil
veces escrita en las paredes, esa que dice "nos mean y dicen que
llueve".
Y es verdad, llevan demasiados años meándonos en la cara y
haciéndonos creer que lo que nos cae encima no son orines, sino lluvia. Llevan
demasiados años haciéndonos creer, a mí entre otros, que las cajas de ahorro
buscaban el bien común y no el lucro y, mientras lo hemos creído, ellos, la
casta, han estado pagándose uno a uno sus vicios y caprichos y financiando con
nuestro dinero proyectos inviables, a mayor gloria de las siglas de un
partido o permitiendo que los amiguetes se hiciesen ricos sin arriesgar un
céntimo.
Seguro que con los créditos y las hipotecas usurarios
habremos pagado más de una noche de putas y borrachera a esos consejeros
inmorales que, con la visa en el bolsillo, firmaban y firmaban sentencias de
miseria y, por qué no, de muerte para los pobres gilipollas que les habíamos
dado nuestro voto, ese voto que, al final, les sentó en esos consejos de
administración inmorales que parecían más un casino de caciques vividores que
un órgano de control y representación democráticos. Tarjetas que eran, en realidad,
un soborno, barato si echamos cuentas, porque, con los quince millones de euros
largos que le costaron a los verdaderos gerifaltes de la caja, han tenido carta
blanca para enriquecerse a sí mismos y enriquecer a sus amigos hasta la náusea,
amén de financiar mediante créditos condenados a la insolvencia a los partidos
y los sindicatos que proporcionaban tan sumisos testigos.
Algo que ha sido posible porque los órganos de control de
los diferentes gobiernos, del PP y del PSOE, porque no ha habido otros, no han
querido ver, porque no les convenía, porque mantener un partido es caro y
porque poner unos cuantos culos amigos en los consejos de administración pagaba
otros tantos sueldos y abría la puerta a la benevolencia cuando las cuentas y
las cosas vinieron mal dadas. Quince millones de euros que se ha permitido
contabilizar sin más como error informático, cuando, por mucho menos, otros son
investigados, y me parece bien, hasta el céntimo.
Están "pringados" en este nuevo escándalo los
grandes partidos de Madrid y los grandes sindicatos, algo que, a unos meses de
las elecciones locales no les beneficia en nada, Quizá por eso, Pedro Sánchez
que dispara antes de desenfundar se ha apresurado a anunciar que se expulsara
del partido a los militantes implicados, sin caer en la cuenta que esos
consejeros no eran elegidos por sorteo, sino que eran colocados por quienes
controlaban el partido en su momento. De hecho, el llego a ser vocal en alguna
asamblea de la caja, por designación de la dirección de su partido, una
dirección de la que, por cierto, se siente deudor. Habrá que ver que dice
cuando los implicados o sus mentores en el partido comiencen a pedirle
serenidad y a recordarle algún que otro favor.
Y otro tanto parece ocurrir con IU, en el PP lo doy por
descontado, que confirma aquello de que son la casta, una casta inmoral que,
durante años y a pesar de mirarse a cara de perro bajo los focos, han estado
repartiéndose chollos y privilegios. Una casta inmoral que más vale que pierda
el poder para seguir haciéndolo cuanto antes.
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