Si Rajoy es un artista, que lo es, a la hora de
escurrir el bulto con el silencio o la palabra, es malo, muy malo, a la hora de
mentir el gesto. Le afloran demasiado los disgustos y los pesares a la
cara y la cara, ya se sabe, es el espejo del alma. Rajoy es, habitualmente,
impávido de gesto, cuando se le tiene cerca, uno llega a tener la impresión de
que está ausente, de que su pensamiento está en otro sitio, de que siempre anda
rumiando algo. Y, a partir de ahora, para su desgracia, tiene mucho que
rumiar.
Seguramente, para muchos, algunos quizá ya en su lugar de
vacaciones, la conversación entre Luis Bárcenas y Pedro José Ramírez, publicada
el domingo, apenas aportaba algo nuevo a lo ya sabido de las andanzas del
tesorero del PP y, con él, del partido mismo. Era, quizá, más descriptiva,
porque al relato vivido del hoy preso preventivo se sumaba toda la literatura
del director de EL MUNDO, que la tiene y mucha.
Seguramente, en los despachos de la sede de Génova se
conformaron con esa impresión, entre otras cosas, porque era la que más les
convenía. Seguir creyendo que la gente ya está aburrida del asunto
o hacer todo lo posible para que lo esté, forma parte de su estrategia.
Siempre habrá, piensan, un número importante de votantes dispuestos a creer que
todo es cosa de Bárcenas, que metía mano en la caja, y que lo demás es un
montaje para acabar con el PP.
Lo que ignoran, o, si lo saben, pretenden ignorar es que la
credibilidad del PP, incluso entre sus votantes, está a punto de desaparecer.
Quizá por ello, salieron ayer en tromba para negar todo lo publicado. Incluso,
con su torpe solemnidad de costumbre, remarcando cada palabra con todos esos
silencios intercalados, la secretaria general del PP trató de zanjar la
cuestión con una frase que, para su desgracia, ha tenido las mismas
consecuencias que, para el pez imprudente, morder el anzuelo. "las
mentiras no se documentan" -dijo- y hoy, en el diario EL MUNDO, se
documenta con fotografías la verdad de los papeles de Bárcenas y se informa de
que los auténticos, facilitados por el propio ex tesorero, ya están en manos
del juez.
Al PP le va a resultar muy difícil salir con bien de
ésta. Y, para nuestra desgracia, también al resto de los ciudadanos, porque, de
la autenticidad de los papeles y de las informaciones que los acompañan,
depende el futuro de varios miembros del Gobierno, entre ellos el propio Rajoy,
que habría cobrado sobresueldos, entregados en cajas de puros, cuando ya era
ministro. Y eso, de probarse, implicaría un delito que, de probarse, llevaría a
su inmediata destitución. Mal asunto. Muy mal asunto éste. No hace aún dos días
que Rajoy, en otro alarde de retorcimiento del lenguaje, dijera en los
cursos de FAES que estamos peor que en 2015. Quiénes, cabría preguntar, el PP y
el Gobierno o los españoles, porque documentando la verdad, nos habremos
librado de ellos.
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