Aún recuerdo estremecido la tarde de aquel 13 de julio de
hace dieciséis años. Era sábado como hoy y en todo el país se
guardaba ese silencio expectante de quienes todavía creíamos en el
milagro del sentido común, de quienes pensábamos que no lo harían, que ETA
no cumpliría la amenaza de asesinar a Miguel Ángel Blanco, sencillamente,
porque no les convenía. Pero, ya se sabe, cuando un maltratador anuncia sus
intenciones, lo peor es que, en su cortedad, se ve obligado a cumplirlas.
Cumplieron su amenaza y mataron a Miguel Ángel Blanco,
el joven concejal de Ermua secuestrado días antes, y, con ello, desataron una
tormenta que a punto estuvo de llevárselos por delante. Aquella tarde noche, la
indignación de la gente fue mayor que su miedo o su pasividad. Y donde se hizo
más evidente fue en Euskadi, donde el calambrazo de aquella muerte inútil sacó
a la gente a la calle, unida y sin banderas, por primera vez en mucho tiempo.
Aquel disparo seco en la nuca del joven concejal del Partido
Popular consiguió la unanimidad en la repulsa y a muchos nos hizo
creer que habría un antes y un después de aquello.
Tras esos primeros momentos de indignación, en los
que los atemorizados atemorizaron durante horas a quienes durante
tanto tiempo les habían atemorizado, alguien "tomó el control" y
restableció "el viejo orden", aunque ya nada volvió a ser lo mismo.
Miguel Ángel murió horas después de haber sido localizado en un bosque. A las
cuatro y media de la exactamente del 13 de julio de 1997.
Dieciséis años después, en Sueca (Valencia), los que
hubieran sido compañeros de Blanco le recordaron en la cena con que anualmente
celebra el PP el fin del curso político. Allí estaban Alberto Fabra, presidente
de la Comunidad Valenciana, José Manuel García Margallo, ministro de Exteriores
metido a inspector de aviones y Esteban González Pons, vicesecretario de
Estudios y Programas del PP y origen, gracias a su verbo inoportuno, de
más de una polémica. Y, como cabía esperar, tampoco esta vez defraudó a su
público. Y lo hizo al recordar a Miguel Ángel Blanco como ejemplo de militante
del PP, en oposición al desde hace tan sólo unos días, los que han pasado desde
su ingreso en prisión.
González Pons dijo exactamente que 'El PP no es
Bárcenas, es Miguel Ángel Blanco'. Y lo dijo olvidando o, más
bien, queriendo hacernos olvidar lo que Arantza Quiroga, la flamante
presidenta del PP vasco decía hace sólo unos días, que el asunto
Bárcenas le parece vomitivo y que evidencia que, mientras los dirigentes
del PP vasco "iban temblando a los plenos", otros estaban "para
otras cosas". Tampoco quiso acordarse de lo que Bárcenas contó a
Pedro José Ramírez, cuando el antecesor de Quiroga, Antonio Basgoiti, dijo algo
parecido a lo manifestado por ésta: “Al día siguiente llame a ese niñato y
le dije: ¿sabes quién os pagaba el dinero de la protección a los concejales del
País Vasco. ¡Pues era yo quien os daba el dinero!”.
Enterarse de estas cosas pone los pelos de punta y le lleva
a uno a preguntarse de quién han estado más cerca estos años los dirigentes del
PP, si de Miguel Ángel Blanco y otros como él o del hoy repudiado Luis
Bárcenas. No me gusta, nunca me ha gustado que en política se haga uso de
los muertos. NI para arrojárselos al adversario ni, como anoche, para
parapetarse tras ellos. Ahora que la violencia parece una pesadilla cada vez más
lejana, hay que ir acostumbrándose a respetar a los muertos y, sobre todo,
su memoria.
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