Hablan de ese "pleitos tengas y los ganes, como una de
las más terribles maldiciones que recoge el refranero. Y no me extraña, porque
cualquier pleito, por sencillo y leve que parezca, supone siempre un desgaste,
incluso para el que sale con bien del trance. Y, si eso les ocurre a los
ciudadanos de a pie, imaginaos qué puede ocurrir con personajes relevantes, más
si se trata de políticos. Pese a todo, no hay que olvidar que hay toda una
fauna de personajes que ha hecho del territorio judicial su hábitat perfecto.
Gente dispuesta a pleitear por todo, gente con tiempo y dinero para, como quien
juega al póker sobrado de resto, sabe que hay que apostar, porque, antes o
después, le llegará la racha.
Lo que está claro es que, si quien es llevado ante el juez
es un político o un famoso, el morbo se multiplica y, lo que para cualquier
ciudadano sería una sucesión de trámites interminables y de declaraciones,
se convierte en un serial, una novela por entregas, que, a las redacciones, les
permite prever el calendario de la actualidad, al tiempo que
tenerla localizada geográficamente. Así, resulta curioso, que por ejemplo,
hubiese toda una legión de redactores y cámaras desplegados junto al portal del
domicilio de Luis Bárcenas, por si entraba o salía de él, con la única compensación
para los hombres de a pie que allí estaban, de poder narrar si entraba o salía
y si estaba contento o cabreado.
¿Qué harán, ahora que Bárcenas está en una celda de Soto del
Real, me pregunto, esos centinelas, esos jóvenes periodistas? ¿Habrán
trasladado sus reales a la entrada de la cárcel?
Hay jueces y abogados que controlan muy bien las
interferencias de los medios de comunicación en los procedimientos en que están
inmersos. Garzón lo descubrió pronto y, por ellos, apuntalaba en la prensa, mediante
las correspondientes filtraciones, cada paso que daba en la instrucción,
algo que, durante un tiempo le dio muy buen resultado, pero que, con el tiempo,
acabó perdiendo eficacia, porque de entonces a acá todos hemos aprendido y las
tácticas de Garzón, que incluso han sido perfeccionadas, están ya al
alcance de casi todos.
Filtrar a la prensa amiga cada paso de la instrucción es
sólo una parte del juego. Hay otra, sobre todo cuando se investiga
a "presuntos" con cargo político o allegados, que es, como en el
juego de las damas, dar los pasos justos para avanzar sin que el aforamiento de
algún implicado le expulse del tablero. Lo hizo con habilidad Garzón, que
investigó a conciencia los alrededores del, por entonces, senador Luis
Bárcenas, sin llegar a tocarle, para que el caso no saltase al Tribunal
Supremo, como le hubiese correspondido. Y lo acaba de hacer ayer la jueza
Alaya, la que investiga el asunto de los ERE de Andalucía, que se ha cuidado
muy bien de "ir" a por cualquier personaje aforado, para no perder el
control sobre el sumario.
Autos espectaculares, con razón o sin ella, que interfieren
en la vida política de este país y que, para nuestra desgracia, permiten marcar
los tiempos y las consecuencias de sus decisiones. La trama Gürtel, ahora caso
Bárcenas, al PP y el asunto de los ERE al PSOE andaluz, están alterando y lo
están haciendo seriamente, la vida política de este país. Y, mientras, los
tiempos se van extendiendo, los sumarios se destripan y novelan en
crónicas y en tertulias. Y eso lleva a que la sociedad otorgue y quite razones
y esas instrucciones se crucen con procesos electorales, en los que el público,
como en un terrible "Gran Hermano", otorgue en las urnas a
diputados y concejales actas de inocencia.
La justicia, quién va a negarlo, es un derecho y es
necesaria para la higiene de un país, pero debe ser más rápida y más discreta,
porque, si no, ese "pleitos tengas y los ganes" se convierte en
realidad.
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