"Ay, mamá, quiero ser artista" cantaba Concha
Velasco en la revista que hizo popular junto a Paco Valladares. Hoy el sueño de
una "jovencita" de provincias sería muy distinto, porque después de
haber llegado a creer que podía ser la reina del baile o, de la noche a la
mañana, cantante superventas, se conformaría con un puesto de "cajera
reponedora" en cualquier cadena de supermercados.
Si fuese lista, trataría de hacer lo posible para ser
banquero. Pero, si no fuese posible entrar en esa casta, debería intentar entra
en política. Pero no en un partido de esos que quieren cambiar este mundo injusto,
no. Debería intentarlo en uno de esos que defienden las cosas de papa y de
mamá, las cosas de toda la vida. Y, una vez dentro, arrimarse al que lleva las
cuentas. Es como lo de subirse a un escenario, pero más seguro, porque si al de
los fajos y las "cajas B" le pillan, tendrá buenos abogados que
retrasaran el proceso hasta el infinito, tendrán un juicio justo y, si hace
falta, un indulto, mientras a quienes hayan tenido la desfachatez de hurgar en
sus cuentas, policías e inspectores de Hacienda se les mandará al pasillo, de
cara a la pared, como ya han hecho con los que se ocuparon de la trama Gürtel,
Jorge Fernández Díaz y Cristóbal Montoro.
Ayer me escandalizaba al saber que los bancos españoles
compraron importantes cantidades de dinero liberadas por el BCE a un interés
bajísimo -se hablaba del 1%- y que, casi al mismo tiempo, se disponían a
adelantar al Estado el dinero que debe a sus proveedores, cobrando, eso sí,
cerca de un 9% de lo adelantado por tan generosa disposición. Es más fácil, más
seguro y se corren menos riesgos que en un "arriba las manos", así
que va a ser verdad lo que dicen Manuela Forajida y otros muchos seguidores del
15-M, eso de es más delito fundar un banco que atracarlo.
Pasa lo mismo con la entrega de las viviendas para saldar
las hipotecas, eso del "pago por dación". Al final, el banco no
pierde el dinero, a mi modo de ver, estafado al cliente, nadie con buenas
intenciones le vendería una bicicleta a alguien sin piernas, porque ese dinero
se le compensará al banco en desgravaciones fiscales. Eso por no hablar de los
sueldazos y bonos que cobran los dirigentes de los bancos que han ido dejando
la economía de los españoles llena de costurones.
Y qué decir de las empresas del IBEX que, al final, apenas
cotizan un diez por ciento de sus enormes beneficios, conseguidos, las más de
las veces, a base de especulación, EREs y cosas parecidas, en tanto que a
quienes viven de una nómina, por pequeña que sea, le retienen todos los meses
20, el 24 o el 33%.
Os preguntaréis por qué pasa esto y por qué, hasta ahora, la
calle no ha comenzado a incendiarse. Quizá porque en este negocio, como dice un
amigo, los que nos freímos estamos en el fondo de la sartén y, los que nos
fríen, en el mango. Y cuando digo "los que nos fríen" me refiero
también a quienes, desde los medios de comunicación, dicen defendernos.
Hace dos días, mientras en la tertulia de "Hoy por
Hoy", en la Cadena SER, se comentaba la promesa del candidato socialista
francés, François Hollande, de establecer una tarifa del 75% para quienes ganen
más de un millón de euros al año, si llega a la presidencia francesa, todos se
mostraron, por activa o por pasiva, más o menos de acuerdo, salvo Carles
Francino, al que le pareció muy drástico. ¿Queréis saber por qué? Muy fácil:
porque él los gana.
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