Parece mentira que nadie escarmiente. Parece mentira que
Rajoy no escarmiente y parece, también, mentira que no hayamos escarmentado
nosotros. Parece mentira que Rajoy no recuerde que perdió sus primeras
elecciones frente a Zapatero por mentir sobre el Prestige, sobre la
"invasión" de Irak y sobre la autoría de los atentados de Atocha.
Pero parece aún más mentira que los españoles, después de más de tres décadas
de democracia sigan cayendo una y otra vez en mentiras y promesas tan
increíbles que, de no ser por la complicidad de la mayor parte de los medios de
comunicación que las sacan a pasear una y otra vez, provocarían la carcajada
general.
No sé quién aconsejo a Rajoy en su día, durante la crisis
del Prestige, decir aquello de los hilillos de plastilina, como tampoco sé
quién sugirió a aquel nefasto ministro de Sanidad de la UCD, Jesús Sancho Rof
atribuir el origen del síndrome tóxico que -luego se sabría- provocó a un
"bicho tan pequeño que, si se cae, se mata" ¿Qué habría fumado Sancho
Rof aquel día?
Ahora se ha vuelto a repetir. El Gobierno contó a quien
quiso oírle -y quisieron oírle todos los medios de comunicación, incluido
alguno que hoy le zumba en su editorial- que Rajoy había sacado pecho en
Bruselas y había decidido unilateralmente rebajar el objetivo de déficit fijado
para este año, del 4,8 al 5,8 por ciento. Se nos dijo, para que creyésemos
tamaña fabulación que tal cosas se había negociado hábilmente por Rajoy y sus
colaboradores. Se habló, incluso, de sintonía entre nuestro jefe de Gobierno y
Merkel.
Lo cierto es que, como los malos estudiantes que ocultan las
notas a sus padres, el Gobierno sólo estaba ganando tiempo, haciéndonos creer
que algo tan increíble como tal marcha atrás de Bruselas era posible. Pero,
claro, estamos hablando de un gobierno capaz de esconder los presupuestos
generales del Estado, mejor dicho de la cantidad de recortes en servicios y
salarios y todo el paro que van a ocasionar, porque en unos días se celebran
elecciones en Andalucía y Asturias. Parece como si quisiesen mantener
anestesiados -o entontecidos, como prefiráis- a los andaluces y asturianos
hasta que, una mañana, amanezcan ante el cirujano que acaba de amputarles.
No sé qué nos pasa. No sé si todos quienes ayudaron a traer
la democracia a este país han echado barriguita, pero lo cierto es que
partidos, sindicatos, prensa y, sobre todo, ciudadanos, especialmente los
jóvenes, no parecen sentir ni padecer lo que ya nos ha caído ni todo lo que se
nos viene encima.
Aquel bichito que no fue tal causó decenas de muertos y dejó
incapacitados a centenares de españoles, del mismo modo que Saddam Hussein no
tenía armas de destrucción masiva, los hilillos eran chapapote y del peor, y
tampoco ETA estuvo nunca detrás de los atentados de Atocha. Todo fueron fabulaciones
y mentiras para ganar tiempo. Pero no pretenden ganar ese tiempo para los
ciudadanos que trabajan si tienen esa suerte o sufren la maldición del paro. Lo
buscan para poner a salvo sus intereses y para que los ciudadanos no caigan en
la cuenta de que, desde que el PP barrió en las autonómicas y Rajoy llegó a La
Moncloa, las cosas van mucho peor.
Lo de los hilillos de plastilina no ha colado en Bruselas.
Ahora, a los de siempre y como siempre, nos toca ponernos de chapapote hasta
las cejas para limpiarlo.
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