Resulta curioso que muy cerca de los que inventaron eso de
la ingeniería financiera, ese arte de hacer creer a los ciudadanos que los
túneles de la M-30 salen gratis o de que los kilómetros de autopista se
multipliquen más allá de las necesidades de los usuarios, es curioso, decía,
que muy cerca de estos cerebros habiten los que se encargan de hacernos ver, o
al menos intentarlo, que lo blanco es negro y vice versa.
Todos estos cerebros andan ahora ocupados en cubrir de
caramelo la píldora de los recortes que, de aquí a unas semanas, nos van a
hacer tragar, con o sin pinza en la nariz. La mente directriz de todo esto, ese
Alíen que habita en Génova, 13 o en cualquiera de los laboratorios de ideas del
PP, ya ha puesto su primer huevo, enseñando a todos los contertulios azules,
que los hay a montones, a repetir el mantra de que los recortes no son tales,
sino eficiencia en la gestión, adornándolo con el estribillo de que hay que
evitar el despilfarro y la corrupción, como si tal cosa fuese inherente a lo
que es de todos y no se diese, como yo los hubiese visto y sufrido, en la
empresa privada.
Saben estas mentes preclaras de la propaganda que algunas
palabras tienen efecto inmediato sobre el cerebro de los ciudadanos. Saben que
corrupción es una de ellas y que produce en la mayoría un golpe de sangre en el
cerebro que le incapacita para ir más allá en el análisis de las causas y las
consecuencias de la misma.
Pocos son los que piensan que la corrupción a gran escala,
especialmente la que se da en la contratación de la administración y el sector
inmobiliario, necesita para desarrollarse de toda una serie de empresarios
corruptos que a veces, como en la trama Gürtel, se constituyen "ad
hoc" para atender el entorno del Partido Popular.
Ahora resulta que esa corrupción que les ha permitido ganar
elecciones, especialmente en Levante, en aras de una falsa y frágil
prosperidad, como señalaba certeramente El Roto en su viñeta, les va a permitir
meter las tijeras en lo público, cuando no separar las mejores tajadas del
caldo para servírselas en el plato a sus amigos, los que sobrevuelan en círculo
el cadáver de lo de todos, a la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio.
Pues sí. La corrupción no sólo sirve para financiar
partidos, enriquecer a concejales o engatusar a los votantes. Ahora también
puede rendir un último servicio a los de siempre, haciéndonos creer que es exclusiva
de lo público y que está en el origen del déficit. Y nada más lejos de la
realidad. Bastaría con hacer pagar impuestos a los más ricos que, como la
iglesia católica, son los más conservadores.
En cuanto a que los corruptos y los que despilfarran están
en la administración, os recuerdo dos ejemplos recientes: el de los
propietarios del Colegio Santa Illa que acumularon una deuda millonaria con la
Seguridad Social o el de Gerardo Díaz Ferrán, triste presidente de la patronal
que se sienta en el banquillo por defraudar a la hacienda pública millones en
impuestos por los beneficios de la compraventa de Aerolíneas Argentinas.
En fin, como estas ovejas pagan bien a los pastores da igual
que sean lobos, porque siempre habrá quienes traduzcan sus aullidos por
balidos.
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