No. No me gusta nada. Más allá de mi opinión, que la tengo y
la he expresado, y el bochorno que supone que alguien vestido, comido y
mantenido con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, haya podido
saltarse todas las normas que imponen la ley y la decencia, más allá de todo
eso, la actitud de la prensa ante el caso Urdangarin, convirtiéndolo, aunque no
siempre, en un episodio de cualquiera de esos programas que dan de comer a los
famosos mientras anestesian el sentido común de quienes los ven, parece que esa
actitud busca más el espectáculo y los picos de audiencia que el imprescindible
servicio al ciudadano.
Quién no tiene a estas alturas la sensación de haber visto
al duque de Lugo escondido en un coche blindado, bajo una lluvia de huevos y tomates,
usurpando la igualdad que a todos los ciudadanos se nos debe reconocer ante la
ley y abusando de la influencia de su suegro para entrar a los juzgados de
Palma como un privilegiado cargado de fueros.
He de decir que, de haber sido cierta la "corrida"
a tomatazos del duque, no hubiese sentido por él más pena de la que siento cada
vez que a cualquier otro ciudadano, inocente o culpable, se les somete a la
pena no recogida en nuestras leyes del escarnio público.
Hasta ahí, mi lastima -si es que así puede llamarse- por el
duque. Desgraciadamente y a expensas de lo que decidan los tribunales, la
actitud de la Casa Real y el propio Don Juan Carlos parecen dejarnos poco
espacio para las dudas sobre lo irregular y muy probablemente ilegal de su
conducta. Otra cosa es todo lo que se ha venido diciendo y escribiendo sobre
todos los privilegios de que iba a gozar en cada momento procesal. Hoy, por
propia iniciativa o por consejo de su mujer, he echado por tierra todas esas
elucubraciones, con lo que "robar" una foto de un Iñaki Urdangarín
huyendo acojonado de las iras del populacho ha dejado de ser el objetivo.
Creo que el hecho de que el dilema con que durante días nos
han aturdido, del de la forma en que iba a entrar el duque a los juzgados es
una buena noticia. Una buena noticia que echa por tierra esa mala costumbre de
convertir la noticia y a quienes la persiguen en noticia. Es una buena noticia
en un día en que el periodismo español y la pluralidad están de luto por la
desaparición de otra cabecera, Público, de los cada vez más escasos kioscos de
prensa de este país abotargado y perplejo.
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