Cuentan que, una vez derrotado el invasor francés, cuando
regresó a España el que acabaría siendo conocido como "rey felón",
Fernando VII, alguien tuvo la infeliz idea de desenganchar los caballos de su
carruaje para sustituirlos por quienes, apenas unos meses antes, habían
alcanzado la consideración de ciudadanos. Fue entonces cuando dejaron de serlo,
para volver a ser súbditos, y fue entonces cuando alguien acuño ese terrible
grito de ¡Vivan las cadenas!
Resulta irónico que un país que acaba de repetir ese grito,
dando el poder absoluto a quien, en apenas cien días, ya ha desmontado o
manifestado su intención de desmontar los avances sociales de la última década
y las garantías que recibe el ciudadano del Estado de Bienestar, se empeñe en
celebrar aquella constitución de vida tan efímera, proclamada en Cádiz hoy hace
dos siglos. Pero aún resulta más irónico que los fastos de la conmemoración
tengan lugar en una ciudad, Cádiz, capital de una de las provincias más
deprimidas de Andalucía, la comunidad que está a punto de cerrar otro eslabón
de la cadena con que el partido popular quiere atarnos al pasado.
Ironías al margen, no sé qué diablos tenemos que celebrar
los españoles, si aquella constitución que nos equiparaba a las naciones más
avanzadas de la Europa de hace dos siglos, apenas pudimos disfrutarla. Sí la
disfrutaron, más o menos, las naciones que, en América, la usaron como cizalla
para sacudirse las cadenas que las ataban al lo que quedaba de aquel imperio
español.
Aquella constitución de hace dos siglos, elaborada por la
flor y nata de la intelectualidad española fue una oportunidad perdida que se
esfumó con la vuelta de aquel rey que traicionó todos los sueños de quienes,
azuzados por la siempre nefasta idea del nacionalismo, no supieron ver que el
futuro no estaba en una corona que sustentaban todos los opresores y abusadores
que acumulaban los privilegios y la propiedad de la tierra.
Si aquella "Pepa" no murió en la flor de la vida
fue porque se embarcó a tiempo hacia a las Américas, mientras aquí, en España,
dábamos un salto hacia atrás en el tiempo. Un salto que nos tuvo apartados del
progreso y la libertad durante décadas. Celebremos pues lo que pudo ser y dónde
nos pudo llevar aquella constitución y hagámoslo con una mirada crítica que
ilumine todos los errores y pecados que nos dejaron y nos dejan tan maltrechos.
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