Supongo que quienes leéis habitualmente este blog sabéis
sobradamente que el ministro de Justicia nunca ha sido santo de mi devoción. Ni
ahora que, como ministro, parece un gremlin mojado, ni antes, cuando iba de repelente
exquisito al frente de la Comunidad de Madrid o del Ayuntamiento de la capital.
Y, en este punto, he de confesar que lo mío con el ministro viene de lejos y
viene de una experiencia personal que él probablemente no recuerde, pero que a
mí me brindó la oportunidad de verle como es y no como a él le gustaría que le viésemos.
Fue un dos de mayo, no recuerdo de qué año, aunque sí
recuerdo que presidía por entonces la Comunidad de Madrid. Sí recuerdo donde
ocurrió, y fue bajo el dintel de la puerta del estudio 5 de la sede de la
Cadena SER en Madrid. Con motivo de la fiesta de la Comunidad de Madrid,
Gallardón estaba citado para ser entrevistado por Fernando Delgado en el
programa "A vivir que son dos días" que por aquel entonces dirigía
Fernando y del que yo era subdirector. Bajo aquel dintel nos cruzamos el hoy
ministro y yo y bajo aquel dintel tuve la enorme fortuna de que se me
manifestase en todo su terrible esplendor su verdadera personalidad.
Acababa yo de consultar a Fernando algún pormenor del
programa y salía del estudio, cuando el señor Gallardón que acababa de llegar,
poniéndome una mano sobre el pecho me apartó contra la puerta del estudio para,
con su mejor sonrisa, acercarse babeante a saludar a mi director. Soy un tanto
orgulloso y recuerdo que aquella humillación, aparte de sonrojarme, me pintó en
la cara una cara de odio que hasta yo podía verme. Tanto es así que algún
compañero me preguntó qué me ocurría. Más adelante, la radio es así, solventada
la consulta de Fernando, volví a entrar en el estudio y Fernando, ajeno a lo
que había pasado bajo el dintel de la puerta, educado y cariñoso como es, me
presentó a como subdirector del programa a Gallardón que, entonces sí, me
tendió la mano con una sonrisa y que no obtuvo de mí más que esa cara de odio
que acababa de pintar en mí su feo gesto.
La verdad es que, desde entonces, le estoy enormemente
agradecido, porque me evitó cualquier otra decepción, porque en unos segundos
se me mostró tal cual es: interesado, grosero y maleducado, porque la buena
educación no es un traje que se quita y se pone, se lleva siempre encima y se
manifiesta con todo el mundo. Esa fue mi enrome fortuna, desde aquel momento
siempre le he visto empujando contra la pared a todo el que le estorba en su
camino y utilizando y engatusando a aquellos de quienes espera algo.
Y esto que os acabo de contar no es lo más grave que sé de
él, porque, aunque feo, no deja de ser un gesto. Sé cosas peores de él, de las
que, pese a haber tenido conocimiento directo, al no haberlas sufrido en
primera persona no me considero autorizado a contar en público. Me basta con
recordar, ahora que parece haberse ceñido el cilicio de la expiación anti
abortista, que Gallardón no es sólo ese cursi redicho que a veces se pasa con
las copas y se achispa o esa especie de neurótico que no soporta cruzarse con
nadie cuando sale de su despacho y por eso tiene prohibido, quienes trabajan o
han trabajado con él lo saben, que haya nadie en el trayecto.
A la gente le sorprende descubrir que detrás de tanta fineza
se esconde un ser primario y ambicioso, una especie de Cromañón con pretensiones,
que ahora -a buenas horas mangas verdes- pretende convertirse el paladín de la
mujer cristiana, virtuosa y madre, con lo que deja ver que sólo ve a las
mujeres como floreros o como macetas en las que depositar una semilla para que
dé su fruto.
Y por si eso fuera poco, pretende, como ha hecho hoy en el
congreso, adornar su discurso, retrógrado y franquista, que encajaría a la
perfección en los Principios Fundamentales del Movimiento, con citas de Manuel
Azaña o Martin Luther King, debería darle vergüenza tener tan poco respeto por
personajes de tanta dignidad, utilizando y retorciendo sus palabras fuera de
contexto.
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2 comentarios:
Tú eres un buen tipo. A mí me hace eso y le pongo la zancadilla.
Se cuenta que su padre decía (hay diferentes versiones) 'Yo soy conservador, el que es facha es mi hijo'.
(Cuánto echo de menos aquel A vivir… Todavía recuerdo la emisión en la que te despediste de la audiencia).
Parece mentira, que con lo que se le supone de inteligente, se haya metido en semejante jardín. Claro, que, de "floreros", también sabe lo suyo.
Te leo siempre. Me gusta lo que dices, y cómo lo dices.
Ánimo Javier.
Un abrazo.
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