La derecha - y no digamos la iglesia, a la que tan bien le
va con ella y viceversa- nunca ha entendido que los derechos, conquistados
algunos tras décadas de lucha, están ahí para ejercerlos… o no, porque optar
es, precisamente, el primero de los derechos.
Como os digo, la derecha no lo entiende. Si por ella fuese,
careceríamos hoy del derecho al voto, las mujeres seguirían aún con la pata
quebrada y en casa, pariendo niños a los que limpiarles el culito, limpiando y
cocinando y, si queda tiempo, en misa o rezando el rosario. Por eso resulta más
que curioso que el no hace tanto “progresista” alcalde de Madrid y hoy ministro
de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, haga bandera de la defensa del derecho de
las mujer a ser madre –uno de sus derechos fundamentales, dijo- sobre el que se
ejercería, en su opinión, una “violencia estructural” que la llevaría a
abortar.
Curioso ¿verdad? Pues me temo que este hacer bandera de una
de las consignas de lo más ultramontano del movimiento Pro Vida no va a ser la
única sorpresa del ministro, a veces pavisoso, a veces demasiado “alegre” y
liberal, que, ahora que ya pisa Moncloa, está dispuesto a vestirse de lo que
haga falta –o a quitarse el disfraz que le ha llevado hasta ahí- con tal de
postularse como delfín para el PP.
No conozco el entorno familiar del ministro, pero me temo
que su esposa, hija del que fuera ministro responsable del partido único del
dictador, no sufrió ha tenido oportunidad de sufrir esa violencia estructural
de la que habla. Además, estoy seguro de que apenas se ha parado a pensar en
esas limpiadoras que “hacen” su despacho actual y los pasados ganando lo justo
para sacar adelante a los hijos que tienen y para las que un nuevo embarazo,
con un hombre al que probablemente ya no quieren y en un momento en que no
quieren, supondría una verdadera tragedia.
La derecha que todos nos imaginamos no es capaz de imaginar
estos dramas que se vienen repitiendo desde tiempos inmemoriales y que las más
de las veces acaban en la interrupción de esos embarazos no siempre, y mucho
más antes, en condiciones de higiene y seguridad suficientes.
El ministro y con él la derecha a la que representa quieren
convertirse en paladines de la mujer. Sin embargo, en cuanto se salen de la
frase grandilocuente y abstracta, se les ve el plumero. Así, el diputado
Santiago Cervera, que parece haberse convertido en el escudero del ministro, ha
intentado por dos veces en las últimas horas justificar a “su señor” y lo ha
hecho insistiendo en que la decisión de llevar a cabo un embarazo es cosa de
dos, planteando que una mujer no debería interrumpirlo sin el consentimiento
del “embarazador”.
Es otra vez la visión que tiene la derecha nacional católica
de la mujer, propia, como altar de la
reproducción y fábrica de hijos. Ellos tienen claro que la maternidad, lo dijo
ayer el ministro, tienen como valor fundamental su derecho a la maternidad. No
parece importarles tanto el derecho a que la mujer decida y decida libremente
sobre su vida y sobre su cuerpo.
Haría muy bien Gallardón en mantener cerrada su boquita y
aliviarnos de su tan nasal y desagradable voz y, si en realidad le preocupa el
derecho de las mujereas a ser madres, debería probar a proponer un verdadero sistema de protección a la
mujer, similar al que existe en algunos países del norte de Europa, y alejado
de esas monjas secuestradoras de niños llegados en mal momento o de mecanismos
de redistribución de los recién nacidos entre familias bien vistas por el
sistema.
Desde luego, el ministro que tanto se fija en las mujeres,
al menos en algunas, no podía haber escogido mejor día para hacer un siete
en su ya ajado disfraz de progresista.
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1 comentario:
Para algunos, la hipocresía siempre gana la batalla. A lo mejor es porque la hipocresía resulta un excelente arma para tenernos atados y bien atados. O porque sienten desprecio de lo que realmente son y somos y prefieren callarlo.
Cualquiera de las dos opciones me pone triste
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