A la diputada Rosa Díez le cuadra a la perfección una frase
que he escuchado muchas veces de labios de Iñaki Gabilondo, una frase que dice
más o menos esto "Así como hay gente que busca una solución para cada
problema, hay otra que busca un problema para cada solución".
Acabo de asistir a través de las ondas al debut de Amaiur en
la sesión de control al Gobierno, interpelando al presidente Rajoy sobre sus
planes para solucionar "el conflicto vasco" y he de decir que no ha
sido más que una liturgia en la que tanto el diputado vasco como el presidente
han lanzado con la mayor serenidad sendos mensajes para tranquilizar a los
suyos... y no ha pasado nada.
Frente a eso, ayer, horas antes de este bautismo de la
coalición en el pleno. Esa especie de Agustina de Aragón digna de mejor fin en
que quiere convertirse la "tránsfuga" socialista, pidió desde la
soledad de su grupo la ilegalización de la formación vasca. Y en esa soledad se
quedó, porque su propuesta sólo contó con los votos de sus fieles.
Creo que lo que en realidad pretendía la diputada Díez era
forzar a los populares a sumarse a su intransigencia o, en caso contrario y
como sucedió, convertirse en el refugio de quienes no acaban de entender que lo
que necesita este país, antes de vengarse de ETA por el dolor causado, es
acabar con eta para que deje de causar dolor.
Afortunadamente, el cálculo miserable de la portavoz de UPyD
propició todo lo contrario que no fue otra cosa que un acuerdo prácticamente
unitario de las fuerzas parlamentarias para alcanzar el fin definitivo de la
banda, algo que a nadie se le escapa será más fácil si Amaiur sigue siendo un
interlocutor al que el Gobierno, en este caso Rajoy, pueda pedir, como ha
pedido hoy desde la tribuna del Congreso, que medie ante los terroristas para
que conseguir la disolución de ETA.
No sé cuánto tiempo tardará el partido de Díez en entrar en crisis.
No sé cuánto tardarán los ciudadanos y sus propios militantes, llenos de buena
voluntad, en verle el plumero a la ex consejera de Turismo vasca. Lo que sí
tengo claro es que las contradicciones en que cae por su afán de hacer de cada
asunto un banderín de enganche al que sumar a todos los descontentos que en el
mundo son acabarán por ponerla frente al espejo con todas sus miserias.
Negar que el partido de Rosa Díez es un buen ejemplo de
marketing político sería tan absurdo como creer que está llamado a perdurar.
El rencor y el victimismo venden tanto como las burbujas de
los refrescos, pero hay muchos refrescos con burbujas y no todos se venden.
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