Sé que, con lo que sigue, me meto en un berenjenal, pero lo
tengo muy claro. La resolución en que el Tribunal Constitucional considera
ilegítimo el uso de cámaras ocultas me tranquiliza.
De un tiempo a esta parte, especialmente con la evolución de
la tecnología hacía la creación y abaratamiento de dispositivos de captación de
imagen y sonido de pequeño tamaño y gran potencia, junto a la generalización
del uso de Internet, ha abierto una enorme brecha en la protección de los
derechos individuales.
Hoy en día y en apenas unas horas, se puede arruinar la
imagen de cualquiera, tanto da que sea un personaje conocido como que lo sea
anónimo. Resulta muy fácil y casi inmediato la ruina sumaria de la fama de una
persona en un juicio paralelo, sin garantías y sin posibilidad de recurso, con
sólo obtener y colgar unas imágenes o unas palabras inapropiadas obtenidas con
una de estas micro cámaras oculta en el sitio más insospechado.
Resultaría cuando menos paradójico que las garantías que los
jueces exigen a las diversas fuerzas policiales para que las informaciones que
obtengan valor probatorio no fuesen así mismo exigibles a los medios de
comunicación. Todos los que hemos trabajado en ello sabemos lo importante que
es el contexto en que se obtienen las declaraciones o se producen los hechos. Y
todos sabemos también que, fuera de contexto, se altera su significado. Creo
que un caso que ilustra claramente lo que digo es lo ocurrido en el tratamiento
periodístico del juicio por la desaparición y muerte de la joven Rocío
Wanninkhof, en el que la acusada, Dolores Vázquez, fue materialmente
"linchada" en informativos y tertulias, manipulando las imágenes de
su actitud durante el juicio, interpretándolas en el sentido de su culpabilidad
y que sólo cuando tras una revisión del caso fue absuelta se nos mostraron
imágenes más "humanas" de ella.
Una cámara oculta en manos de un periodista ambicioso y sin
escrúpulos es muy peligrosa, porque puede llevar a su "víctima “a una
trampa de la que quizá no pueda salir. Y, si tal cosa ocurre con personajes
"bragados" en política o en asuntos sucios qué no ocurriría con gente
más desprotegida.
Es bueno establecer límites, porque siempre podemos saber
dónde y cuándo estamos seguros y dónde y cuándo no. Sé que con esto me cargo
todo un género periodístico y televisivo, pero creo que otra cosa será
peligrosa.
El debate queda abierto.
1 comentario:
No tardarán las voces de los «periodistas de investigación» en lamentar este ataque a las libertades y a la protección de los sufridos consumidores. Probablemente serán los mismos que llaman «experimento sociológico de gran valor» a ese engendro telecinquiano de los tipos encerrados en una casa.
Sin duda se pueden destapar casos de corrupción política y estafas de diversa índole, muchas veces relacionadas con la salud. Pero en malas manos, y estas abundan, cámaras y micrófonos pueden ser instrumentos muy peligrosos, estén o no ocultos. Los posibles efectos beneficiosos para la sociedad de estas prácticas me resultan poco creíbles; más bien son un efecto secundario de la búsqueda de ganancias o notoriedad por parte de unos medios en los que el verdadero periodismo cada día va perdiendo entidad.
Quedan los miles de cámaras que nos vigilan desde calles, tiendas, bares, colegios… Supuestamente tenemos la posibilidad de saber qué es lo que están captando, pero es imposible controlar dónde van esas grabaciones y para qué podrán usarse. La excusa de la seguridad no se la creen ni ellos.
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