Me estoy acostumbrando últimamente a leer el periódico
"entre páginas". Lo hago porque con más frecuencia cada vez encuentro
fuera de las portadas, en rincones más o menos escondidos, esas noticias que no
sólo ayudan a explicar lo que está pasando, sino que, además, deberían sacar
los colores de más de u gurú de la economía y la política.
Nos hemos hartado de escuchar que el mayor problema de la
economía española estaba en el alto coste salarial, que hacía poco competitivos
a nuestros productos. Cuál no habrá sido mi sorpresa al leer en las páginas de
Economía de EL PAÍS que, por primera vez en la historia, en nuestro país los
beneficios empresariales superan al total de los salarios devengados por todos
los trabajadores con empleo. Quizá eso esplique el hecho de que cada vez haya
más yates amarrados en nuestras costas, que sea más fácil vender un todo
terreno de lujo, especialmente si es alemán, que un utilitario de fabricación
nacional o que no haya dinero para pagar medicamentos, profesorado interino o
los gastos de calefacción de colegios y hospitales y sí lo haya para organizar
grandes premios de Fórmula 1, regatas planetarias, ligas galácticas o ferias
taurinas con carteles que no se pagan sólo con el billetaje.
Toso esto es la consecuencia del triunfo de la economía
especulativa, el imperio de las empresas que un día construyen apartamentos y
viaductos y otro especulan con la producción de soja o los paneles fotovoltaicos,
cuando no se dedican a comprar empresas que los gobiernos ultra liberales, que
muchas veces ocupan sus amigos, van desgajando del sector público con la
consiguiente pérdida de puestos de trabajo, calidad de empleo y salarios.
Estamos aplicando -y cuando digo "estamos", quiero
decir "los gobiernos que elegimos están"- aplicando "modo
Moody's" de ver el mundo, ese enfoque sobre la realidad que sólo es capaz
de ver con nitidez los beneficios dinerario e inmediatos, olvidando los
beneficios sociales del trabajo y la producción de bienes,
Siguiendo esa doctrina, estamos a punto de asfixiar a Grecia
y, tras ella, a otros países europeos, entre los que, mal que nos pese, estamos.
Y eso va a tener consecuencias. Lo ha dicho el líder de la izquierda italiana
"no se puede matar a un país". Ya no sé si por desgracia, si las
cosas siguen así, se esto sólo saldremos con una revolución, porque quienes detentan
el poder -económico, por supuesto- no parecen dispuestos a apearse del machito
ni, mucho menos, a dejar de rapiñar un céntimo caiga quien caiga. Una
revolución... o una guerra, porque, lamentablemente, el odio a lo diferente, el
nacionalismo y la xenofobia, son los únicos valores al alza entre la gente
sencilla. Y sé lo que digo, porque el otro día, buscando unas jarapas que no
encontré, en el Rastro, el propietario de una tienda me dijo que la culpa de
que ya no haya jarapas allí la tienen los chinos y su monopolio.
Para reforzar su argumento me dijo: "tenía que verlos
usted, bajándose de sus cochazos, con sus guardaespaldas". Yo me limité a
replicarle que "como los banqueros".
1 comentario:
En la foto risas de la patronal y del gobierno. Sr. Mendez y Sr. Toxo convidados de piedra...
Que miedo dan esas sonrisas de lobos. Dicen en la justificación de la reforma laboral que si el trabajador no siente cercana la amenaza del despido se despista y no rinde...Adonde vamos a parar?
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