En las últimas horas no hacemos otra cosa que oír hablar de
la sensación térmica que, nos cuentan los meteorólogos es la temperatura a la
que, con el viento en calma, tendríamos la misma sensación de frío que
padecemos bajo el viento. En el fondo es eso lo que importa, no el frío que realmente
hace, sino el frío que padecemos.
Algo así nos ocurre a los ciudadanos de a pie con la
política y con la economía. Una cosa es lo que realmente ocurre y otra es lo
que se empeñan en que creamos, sometidos al viento de lo que dicen y desdicen
en la atmósfera irreal que se empeñan en crear ayudados por los medios de comunicación.
Lo malo es que los seres vivos padecen y se mueren no de sensaciones ni de
temperaturas, sino de frío. Del duro y terrible frío que hace en las oficinas
de empleo, en los bancos de los parques, en las calles paseadas por gente que
no tiene adonde ir, en los centros comerciales donde los dependientes pasan
demasiado tiempo mano sobre mano, esperando a unos clientes que no llegan.
Hace mucho frío, pero los hay empeñados en que parezca que
hace más, para colocarnos esas mantas, reformas, contrarreformas y recortes,
que, de otro modo, nunca les compraríamos.
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